sábado, mayo 12, 2012

dos poemas de Antonio Machado, desde Sevilla



A D. Vicente Ciurana.

Sobre la limpia arena, en el tartesio llano
por donde acaba España y sigue el mar,
hay dos hombres que apoyan la cabeza en la mano;
uno duerme, y el otro parece meditar.

El uno, en la mañana de tibia primavera,
junto a la mar tranquila,
ha puesto entre sus ojos y el mar que reverbera,
los párpados, que borran el mar en la pupila.
Y se ha dormido, y sueña con el pastor Proteo,
que sabe los rebaños de marino guardar;
y sueña que le llaman las hijas de Nereo,
y ha oído a los caballos de Poseidón hablar.

El otro mira el agua. Su pensamiento flota;
hijo del mar, navega—o se pone a volar—.
Su pensamiento tiene un vuelo de gaviota,
que ha visto un pez de plata en el agua saltar.
Y piensa: “Es esta vida una ilusión marina
de un pescador que un día ya no puede pescar”.

El soñador ha visto que el mar se le ilumina,
y sueña que es la muerte una ilusión del mar.






 Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.

Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!

Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.

Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?

Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballito de verdad.

Y cuando vinó la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!



2 comentarios:

maya dijo...

Rescaté, lúcido y sonámbulo,
los vestigios que la marea
llevó a mi playa de despierto;
con ellos construiría un puente
desde el soñar hasta el velar


JOSE HIERRO

K dijo...

Hoy me he despertado con la noticia de que un compañero ha decidido dormir para siempre. Buscando algo para él, me he encontrado con esto. Aquí lo dejo.

EL SUEÑO.
Hay momentos de soledad
en que el corazón reconoce, atónito, que no ama.
Acabamos de incorporarnos,cansados: el día oscuro.
Alguien duerme, inocente, todavía sobre su lecho.
Pero quizás nosotros dormimos... Ah, no; nos movemos
y estamos tristes, callados. La lluvia, allí, insiste.
Mañana de bruma lenta, impiadosa ¡Cuán solos!
Miramos por los cristales. Las ropas, caídas;
el aire, pesado; el agua, sonando. Y el cuarto,
helado en este duro invierno que, fuera, es distinto.
Así te quedas callado, tu rostro en tu palma.
Tu codo sobre la mesa. La silla, en silencio.
Y solo suena el pausado respiro de alguien,
de aquella que allí serena, bellísima, duerme
y sueña que no la quieres, y tú eres su su sueño.

Historia del corazón - Vicente Aleixandre.