viernes, septiembre 23, 2011

Inka Martí: Cuaderno de Noche. Editorial Atalanta 2011.



Estoy en un campo de olivos. Anochece.
De cada arbol penden varias serpientes.
  (13/ 5/ 2010)

 Este breve texto es uno de los sesentaicinco que conforman el libro "Cuaderno de Noche", de Inka Martí. La ilustración es de alciato, a quien he acudido sin vacilaciones para encontrar un correlato gráfico que produjese en mí algo semejante a lo que producen las palabras de la autora.

El libro es precioso. En la tapa fotografías de la autora, nocturnas. Provienen de

http://issuu.com/atalantaweb/docs/oniricos
que es todo un libro de paisajes (visitar esa página es una buena idea...) . Libro virtual y libro "de los de antes" vienen a ser partes de una única cosa.
Sesentaycinco sueños, contados con la mayor concisión. Sueños tal cual: la primera escena ya es un mundo con sus propias leyes; la última simplemente nos arranca de ese mundo que, con toda seguridad, continúa existiendo y pariendo sucesos, inaccesible para nosotros, por los siglos de los siglos.

El formato del libro, su brevedad, su prosa traslúcida, me recuerdan a Las Ciudades Invisibles. Y eso que son proyectos totalmente opuestos: Calvino traduce sus experiencias en descripciones de ciudades que a menudo nos saben a puros sueños, mientras que Inka Martí retrata sus sueños y deja que sus cualidades despierten en nosotros ecos de experiencias propias. Pero... "Estoy en una plaza rodeada de edificios modernos... al dar la vuelta a uno de ellos, me encuentro con una catedral que tiene en un extremo una torre muy alta... la torre se eleva hacia el cielo y en la cúspide distingo a un grupo de personas desnudas, con el cuerpo sonrosado...tienen los brazos en alto  y, como atlantes, sostienen sobre sus hombros..."

Claro que se parece más a un libro de poemas que a ninguna otra cosas. Claro que solo puede ser leído fragmentariamente, un minicapítulo ahora, otro ahora, otro ahora... Claro que a veces insufla desazón y otras sosiego: es una obra plenamente surrealista, y ya sabíamos que el surrealismo es lo que tiene... Claro que apenas encaja en ningún género, porque desde luego no es poesía, ni narrativa, ni psicología. Claro que habría que pasarse unos siglos debatiendo antes de determinar si realmente Martí es la autora o si solo es la trascriptora de algo que la inunda noche tras noche, y en este caso, ¿quién fué el autor? ¿Morfeo, Hipnos, tales o cuales descarnadas alimañas de la noche?

Es, en todo caso, un buen libro, que ennoblece una biblioteca. 



Don Alvaro Cunquerio, decía al respecto...

Recientemente, el Padre Festugiére, O.P., ha desmentido pieza a pieza la historicidad de Jorge de Capadocia, San Jorge Matadragones, el Sant jordi de los catalanes y el San Xurxo de nuestras aldeas. Nunca estuvo, dorado, con el pié en el estribo, dispuesto a montar a caballo para ir contra el draco envuelto en la mirada azul de la princesa, como en la tabla de Pisanello. Repito: no hubo tal Jorge. Pero, ¿y los que le rezaron, los que le pidieron ayuda en la hora de las estrepitosas batallas, en la soledad de los caminos, en la enfermedad y en la desgracia? Muchos recibieron la ayuda que pidieron, el consuelo que necesitaron, la salud que demandaban. No habría tal Jorge, pero alguien escuchaba y acudía.  ¿Qué fuerzas convoca el hombre cuando reza en plena libertad y sumisión? Esta es la cuestión.

Y me viene a los labios hoy mismo porque buscando unas fotografías en mis carpetas me encuentro con dos, obra de mi amigo Bene. Las obtuvo un día en que fué peregrino a Compostela, a la tumba de Jacobo.
En la parte interior del parteluz, en el Pórtico de la Gloria de la basílica, está, en piedra, un hombre arrodillado. Aseguran que es el maestro Mateo, el escultor que labró el Pórtico. Aseguran que golpeando la cabeza con la suya, el que golpea aumenta de inteligencia, de despeje de mente. Esta vez golpeaba una mujer, una campesina sobre la cincuentena. ¿Qué estaría pidiendo? ¿Memoria, entendimiento, voluntad, fantasía?  La mujer tiene en la foto un rostro grave, puede decirse que patético. Seguro que no le pide a Mateo argucias para un pleito. Más me parece que le pida un cómo saber del sosiego, la ciencia inmensa del vivir tranquilo, que debe comenzar por huida de nosotros de los pensamientos no pacíficos, por la intrusión de la generosidad cordial en el telar incesante de la mente. ... (fechado en mayo de 1973).

viernes, septiembre 16, 2011

cuento 4

"En fin, que cuando se cumplía el año de aquella visita al sabio, estaba otra vez 
andando desde la población hasta  su choza. El camino, esta vez,  se me hizo cortísimo. Le llevaba como obsequio una estrella de plara que había labrado para mí un platero; sentía que darle las gracias más profundas era parte inseparable de mi vida. Ya nada era como había sido. Estaba en pié, ante los hombres y ante dios, y cada paso mío procuraba honrar este mundo incomparable. Había encontrado Paz para mí.

 Escuché un perro, y era un perro pequeño, pero chillón: a sus ladridos un hombre salió de la choza y me miró. “¿Qué se le ofrece, señor?” “Vengo a visitar a Don Crispín; quiero darle las gracias por algo que hizo por mí”. “Pues aquí me tiene, yo soy Crispín”, contestó. Era un hombre joven, extremadamente grueso, con el pelo rizado muy oscuro. “Disculpe, pero no: yo quiero hablar con don Crispín. Hoy hace un año que me atendió en una consulta...” “¿Hace hoy precisamente un año, dice usted?, preguntó el gordinflón, y se echó a reir como un loco ante mi desconcierto. “Pero, pase, pase, por favor, pase adentro y no se ofenda; yo le voy a explicar, le prometo que le voy a explicar”

y, entre risas y exclamaciones me contó que precisamente un año atrás se decidió a hacer un viaje que venía postergando desde tiempo atrás un viaje a la capital, y que estuvo ausente por tres días; y a la vuelta, se había encontrado todas sus cosas revueltas, y le faltaban el hornillo, un par de objetos sagrados y un zurrón con el que salía a recolectar yerbas; y que por aquello se había decidido a seguir el consejo de sus amigos de hacerse con un perrillo que le defendiese... y así se fué aclarando el misterio "así que hablé con un ladrón!", decía él "Así que el ladrón habló con usted en ver de afusilarlo", decía Don Crispín.- A eso venía lo del “no se levante, al suelo, no me mire...!”


¿Y el consejo? ¿Y lo del sonido de estrellas? Eso nunca se pudo aclarar. El ladrón debió de reaccionar sin pensar, y soltó lo primero que se le cruzó por la cabeza...

Lo demás -dijeron el uno tanto como el otro mientras compartían unos tragos y admiraban el trabajo del orfebre y qué hermosamente había grabado "sonido" en aquella estrella-, lo demás lo hicieron la desesperación, la necesidad, una llamita diminuta, la inmensa noche, una hermana compasiva, la verdadera entrrega incondicional, el amor..


(A partir de un relato escuchado a Memo Borja).

cuento 3


“No se puede contar todo aquello”, dice hoy en día, cuando se arranca
a compartir lo que fué su vida a partir de aquella noche”. “Sonido de estrellas...me hizo darme cuenta de que jama´s había silencio dentro de mí. Siempre, pero siempre, estaba considerando, evaluando, revisando, matizando, juzgando... ni estaba siquiera seguro de que las estrellas no suenan. La noche me dió su silencio, sí,  pero es que yo, por primera vez, lo acepté.
 ¿Qué persona era yo que ni oía lo que me rodeaba, noche a noche, desde mi infancia? Empecé a mirar a los animales por ver si les notaba sus reacciones a los sonidos; la primera mañana le regalé medio desayuno a un chucho solo porque al chistarle movía una oreja y miraba hacia mí!. Los pájaros, cuando uno pasa andando; las ratas de matorral; hasta las plantas me parecía que se encogían cuando se escuchaba llegar un camión. Sonido de estrellas, ¿Qué otros sonidos no me dejaba oir yo?

Estuve allí tres semanas y al cabo me vino el antojo de volver a mi ciudad. Entré en mi departamento
y lo encontré silencioso y familiar, y allá me quedé como otro mes más. Salía de noche a los supermercados de las afueras para no toparme con nadie conocido, y me aprovisionaba de tabaco, bebida y comida. Entretanto miraba y miraba alrededor, porque allá, en mi barrio, las estrellas no se alcanzan a ver, pero las calles y los movimientos de las personas también me devolvían aquella sensación de gran espacio vacío que tuve entre los riscos. Una tarde escuché ruidosde pelea y vi llegar a tres ayudantes del sheriff, y mis ojos se posaron en aquellas estrellas que adornaban sus camisas y me sentí un mero chico, un niño ante los representantes de la ley; y me volviéron los llantos, acordándome de tantos meses de huida, de ocultarme, de miedo a ser descubierto, "agárrate fuerte a mí...", easas canciones... Otra vez se me cayó una botella de limonada al suelo y pasé toda la noche riéndome de cómo se había estrella...do y aún volví a la tienda y compré y estrellé media docena más, gozoso como hacía muchos años que no lo estaba...

...y, ¿la vez que fuí cinco veces en una semana a ver aquella película, “El Misterio de la Estrella”?

Pasó el mes y me acerqué hasta el taller donde trabaja mi hermana. Ví que me miraba con miedo, y enseguida me fuí, pero a los tres días volví y dos semanas más tarde le invité al cine. Empezó a hablar
de papá y mamá y me sentí enfurecer; para no salir dando un portazo, dije que me iba a los servicios. Mientras daba vueltas, con las tripas anudadas del disgusto, pasaron ante mí cuatro mujeres; una de ellas lucía bombo de embarazo. “sonido de estrellas, sonido de estrellas”, empezó en mí el soniquete, “son nido de estre.., ellas son nido de estre, ellas son nido, Ellas Son Nido”. Volví adonde estaba mi hermana y le pedí que me acompañase a dar un paseo. “Hermanita, le dije, ¿te puedo contar ciertas cosas ... de mi vida? ¿Podrías darme el brazo para enlazarlo con el mío? Quiero contar a alguien... quiero contarte a ti... necesito contarte... cómo me porté con la Glori, ¿te acuerdas de la Glori? Y con la Mericuant, aquella que siempre iba con minifalda, que le andábamos...” Me acompañó hasta casa y se fué a las tres y media de la mañana, dejándome adormilado, con una pastilla de dormodor. Toda mi dureza, mi absoluta falta de respeto, mi esquiva manera de ponerme ante ellas, el daño, sí, el daño que había ido haciendo mujer tras mujer, tratándolas a todas cono a culebras ponzoñosas de las que desconfiar, como cabras a las que ordeñar... para irme quedando más y más lejos, más y más solo... todo eso salía y salía de mí junto a mi hermanita, llena de lágrimas. Un mes más tarde, cenando con ella y su novio, empecé a poder hablar de mamá.  


cuento 2


 
Llegó al pueblo, rondó por la plaza, se emborrachó sin tasa, salió a la carretera,
se vió montado en un bus, cayó la noche, y otra noche y se emborrachó y se dirigió a la sierra
 y trepó hasta los riscos y escogió el cortado más alto y la noche se le echo encima, y decidió que se tiraría al vacío con las luces del alba. En pleno insomnio le volvieron una vez más a la memoria
las palabrazs sin sentido del brujo loco, “sonido de estrellas”, y cuando iba a adornarlas con insultos
 y amargura se dio cuenta de que había estrellas visibles sobre su cabeza.

 “Sonido de estrellas, sonido de estrellas, ¡pero qué sonido ni qué sonido, las estrellas ni suenan",
y por un momento se calló. Se calló en su última noche, solo por ver si es que las estrellas sonaban
y él no se había enterado... Se calló y percibió el silencio. El silencio de la noche. Que le regaló la dimensión mayúscula del firmamento. Se echó sobre su espalda sin ningún objetivo y la noche le recibió,
le incluyó. Le refrescó. Y le dió un atisbo del sabor del reposo.
 Sin saber cómo ni cuando llegó la aurora, y sin prisas se echó a andar hacia un cerro, y en silencio todavía alcanzó la sombra de una arboleda, bebió y se refrescó en  una fuente nunca antes vista y, como por primera vez en muchos años, olió un humillo sabroso. Desayunó en el figón de carretera mientras la muchacha charlaba con otros y se reía y pasaban los camiones: el perro de la casa se llevó media ración
de su tocino. Preguntó por el próximo bus pero antes de que llegase había entrado en la cocina para preguntar si conocían en la vecindad alguien que alquilase una habitación. Era amplia de tamaño,
aunque oscura, pero allí se aposentó y pasó su primera noche de darle vueltas a la frase aquella: Sonido de estrellas”.


Un cuento adaptado 1


Tenía únicamente la vida: ni amigos, ni pasado, ni rumbo ni esperanza. 
Todo lo había ido perdiendo a lo largo de años de lucha denodada por hacerse un hueco en un mundo
que ni comprendía ni amaba. Una llama apenas perceptible ardía en su pecho; una llama mezcla de pundonor y vergüenza y lástima de sí mismo y horror de dañar aún más a su madre; por respeto a esa llamita se arrastró por todo el pais para ir a consultar a don Crispín, un hombre sabio de los Purépecha cuyo nombre retenía en la memoria por haberlo escuchado en una pulquería un día de enero.

La choza donde le indicaron que vivía Don Crispín estaba tan lejos como uno pueda imaginarse, y así
de solitaria. Ni un perro se dió por enterado de su llegado. Desde detrás de unos saguaros se detuvo mirando aqul umbral cubierto por una manta rota donde había ido a buscar... a buscar, ¿qué?
 La rabia, el despecho tiraron de sus piernas hacia atrás, rumbo a la muerte, y al mismo tiempo el dolor
 lo jaló hacia adelante y corriendo, sollozando, como diablo que lleva el alma irrumpió en la choza chillando “Don Crispín, Don Crispín, ayúdeme!!"

¡AL SUELO PENDEJO, AL SUELO PENDEJO, DE RODILLAS, DE RODILLAS! Oyó que le gritaba el hombre sabio- ¡NI ME MIRES, PENDEJO, AL SUELO, DE RODILLAS!! -
 Aquello terminó por romper la poca contención que podía todavía sostener: un llanto irrefrenable le partió el pecho y berreando trató de contar y de pedir al mismo tiempo la historia de su dolor y rumbo para su alma. “le dije /no pudo/ pero cuando/ayúdeme/ solo usted puede / no lo hubiera...dígame algo, por diós, dígame algo !!”
¡CÁLLATE, CARAJO! ¡CÁLLATE! -logró callar entre hipidos y escuchar mientras don Crispin se quedaba en silencio... SONIDO DE ESTRELLAS. ¡SONIDO DE ESTRELLAS, eso es, SONIDO DE ESTRELLAS, ¿TE ENTERAS, GÜEY? ¡SONIDO DE ESTRELLAS!!! Y AHORA MEDIA VUELTA Y VETE! ¡¡¡VETE!!! ¡NI ME MIRES, CABRÓN, AFUERA! ¡SONIDO DE ESTRELLAS!

¿Qué? ¿Qué le estaban diciendo? ¿Qué  le decía aquel viejo de mierda? El desesperado en que
se había convertido alzó por un momento los ojos y entrevió por un instante un escopetón a medio metro de su sien y una cabeza rubia desde donde salían aquellos gritos ¡NO LEVANTES LA MIRADA! SONIDO DE ESTRELLAS!. Reculó hasta la salida, fué de nuevo presa del sollozo y se dejó ir tironeado por su instinto de conservación que quería  poner mil millas entre él y aquella bocacha de revólver...

jueves, septiembre 08, 2011

Hoy es Jueves, el día de contar la historia de Muskil Gusha





(Esta es la historia de Muskil Gusha ,tal y como la cuenta
-jueves sí, jueves también-  
Suzy Stroke)




HISTORIA DE MUSHKIL GUSHÁ

Junio 2010)


“Había una vez, a menos de mil millas de aquí, un pobre leñador viudo que vivía con su pequeña hija. Todos los días iba a las montañas a cortar leña para hacer fuego, que traía a casa y que ataba en haces. Después de tomar el desayuno, caminaba hasta el pueblo más cercano, donde vendía la leña y descansaba un rato antes de regresar. Un día, al volver ya tarde a casa, la niña le dijo: -Padre, a veces deseo tener mejor comida, más cantidad y diferentes clases de cosas para comer-. -Muy bien mi niña-, dijo el viejo, -mañana me levantaré más temprano que de costumbre, iré más lejos en la montaña donde hay más leña y traeré una cantidad mucho mayor que la habitual-. Llegaré a casa más temprano y así podré atar la leña más rápido y luego iré al pueblo a venderla para que tengamos más dinero, y te traeré toda clase de cosas ricas para comer-.
A la mañana siguiente, el leñador se levantó antes del alba y se fue a las montañas. Trabajó duramente cortando leña, e hizo un enorme haz que acarreó sobre su espalda hasta la pequeña casa. Cuando llegó, todavía era muy temprano. Puso la carga en el suelo y golpeó la puerta diciendo: -Hija, hija, abre la puerta que tengo hambre y sed, y necesito comer algún alimento antes de ir al mercado-.
Pero la puerta permaneció cerrada. El leñador estaba tan cansado que se acostó en el suelo y pronto se quedó dormido al lado del atado de leña.
La niña, como había olvidado la conversación de la noche anterior, estaba profundamente dormida. Cuando el leñador se levantó, unas horas después, el sol ya estaba alto. Golpeó nuevamente la puerta y dijo: -Hija, hija, ven pronto. Debo comer algo e ir al mercado a vender la leña pues es ya mucho más tarde que los otros días-.
Como la niña había olvidado aquella conversación de la noche anterior, mientras tanto, se había levantado, arreglado la casa, y había salido a caminar. Dejó la casa cerrada suponiendo en su olvido que su padre estaba todavía en el pueblo. Fue así que el leñador se dijo: -Ya es demasiado tarde para ir a la ciudad, regresaré a las montañas y cortaré otro haz de leña, que llevaré a casa y mañana tendré doble carga para llevar al mercado-. Trabajó duro ese día en las montañas cortando leña y dando forma a la misma. Era de noche cuando llegó a su casa con la leña sobre los hombros.

Puso el atado detrás de la casa, golpeó la puerta y dijo: -Hija, hija, abre que estoy cansado y no he comido nada en todo el día. Tengo doble cantidad de leña que espero llevar mañana al mercado. Esta noche tengo que dormir bien, para sentirme fuerte-.

Pero no hubo respuesta, pues la niña, como sintió mucho sueño al regresar a su casa, se preparó la comida y se fue a la cama. Al principio estuvo preocupada por la ausencia de su padre, pero luego se tranquilizó pensando que se había quedado a pasar la noche en el pueblo.
Nuevamente el leñador al ver que no podía entrar en su casa, cansado, hambriento y sediento, se acostó al lado de la leña y de inmediato se quedó dormido. Le fue imposible permanecer despierto a pesar de la preocupación de lo que hubiera podido pasarle a su pequeña hija.
Entonces, el leñador, porque tenía tanto frío, tanta hambre y estaba tan cansado, despertó muy, muy temprano a la mañana siguiente, aún antes de que hubiera luz. Se sentó, miró a su alrededor, pero no pudo ver nada. Entonces ocurrió algo extraño. Le pareció escuchar una voz que decía: -Rápido, rápido, deja tu leña y ven aquí. Si lo necesitas mucho y deseas poco, tendrás una comida deliciosa-. El leñador se puso de pie y caminó en dirección hacia donde venía la voz. Anduvo, anduvo y anduvo, pero no encontró nada.

Entonces sintió más cansancio, frío y hambre que antes, y además se había perdido. Había tenido muchas esperanzas pero eso no parecía haberlo ayudado. Ahora se sintió triste, con ganas de llorar, pero se dio cuenta de que el llorar tampoco le ayudaría. Así es que se acostó y se durmió. Muy poco después despertó nuevamente, tenía demasiado frío y hambre para poder dormir. Entonces se le ocurrió relatarse a sí mismo, como si fuera un cuento, todo lo que había ocurrido después de que su hija le había pedido una clase de comida diferente.

Tan pronto como terminó su historia, le pareció oír otra voz en algún lugar por encima suyo, como saliendo del amanecer, que decía: -Viejo hombre, viejo hombre, ¿qué haces tú sentado aquí?- -

Estoy contándome mi propia historia-, respondió el leñador. -Y, ¿cuál es?-. El leñador repitió su narración.

-Muy bien-, dijo la voz, y a continuación le indicó que cerrara los ojos y subiera un escalón-. Pero yo no veo ningún escalón-, dijo el viejo. -No importa, haz lo que te digo-, ordenó la voz. El hombre hizo lo que se le indicaba. Tan pronto hubo cerrado los ojos descubrió que estaba parado y, levantando el pie derecho, sintió que había algo como un escalón debajo de él.
Comenzó a subir lo que parecía ser una escalera. De repente los escalones empezaron a moverse, se movían muy rápidamente, y la voz le dijo: -No abras los ojos hasta que yo te lo indique-.
No había pasado mucho tiempo cuando le ordenó abrirlos. Al hacerlo se encontró en un lugar que parecía un desierto, con el sol quemando sobre él. Estaba rodeado de cantidades y cantidades de pequeñas piedras de todas clases: rojas, verdes, azules y blancas, pero parecía estar solo; miró a su alrededor y no pudo ver a nadie. Pero la voz comenzó a hablar de nuevo. -Toma todas las piedras que puedas, cierra los ojos y baja nuevamente los escalones-.
El leñador hizo lo que se le decía, y cuando abrió sus ojos por orden de la voz, se encontró parado delante de la puerta de su propia casa. Tocó la puerta y su hija le abrió. Ella le preguntó dónde había estado, y el padre le contó lo ocurrido; aunque la niña apenas entendía lo que él decía, porque todo le sonaba muy confuso.
Entraron a la casa y la pequeña niña y su padre compartieron lo último que les quedaba para comer: un puñado de dátiles secos. Cuando terminaron, el leñador creyó oír nuevamente la voz, una voz como la otra que le había dicho que subiera los escalones.
La voz dijo: -A pesar de que quizá tú aún no lo sabes, has sido salvado por Mushkil Gusha. Recuerda: Mushkil Gusha siempre está aquí. Asegúrate que todos los jueves en la noche comerás unos dátiles y darás otros a alguna persona necesitada, y contarás la historia de Mushkil Gusha.

De lo contrario harás un regalo en su nombre a alguien que ayude a los necesitados. Asegúrate de que la historia de Mushkil Gusha nunca, nunca, sea olvidada. Si tú haces esto y otro tanto hacen las personas a quienes tú cuentes esta historia, los que tengan verdadera necesidad siempre encontrarán su camino-.

El leñador puso todas las piedras que había traído del desierto en un rincón de su pequeña casa. Parecían simples piedras, y no supo qué hacer con ellas. Al día siguiente llevó sus dos enormes atados de leña al mercado y los vendió muy fácilmente, a muy buen precio. Al regresar a su casa llevó a su hija toda clase de exquisitos manjares que ella hasta entonces jamás había probado. Cuando terminaron de comer el viejo leñador dijo: -Ahora, te voy a contar toda la historia de Mushkil Gusha. Mushkil Gusha significa "El disipador de todas las dificultades". Nuestras dificultades han desaparecido a través de Mushkil Gusha y debemos siempre recordarlo.

Durante una semana, el hombre siguió como de costumbre. Fue a las montañas, trajo leña, comió algo, llevó la leña al mercado y la vendió. Siempre encontró un comprador sin dificultad.
Llegó el jueves siguiente y, como es común entre los hombres, el leñador olvidó contar la historia de Mushkil Gusha. Esa noche, ya tarde, se apagó el fuego en casa de los vecinos. Los vecinos no tenían nada con qué volver a encenderlo y fueron a casa del leñador y le dijeron: - Vecino, vecino, por favor danos un poco de fuego de esas maravillosas lámparas tuyas que vemos brillar a través de la ventana-. -¿Qué lámparas?-, preguntó el leñador. -Ven afuera y verás- , le respondieron. El leñador salió y vio claramente toda clase de luces que brillaban, desde adentro, a través de su ventana. Entró a la casa y vio que la luz salía del montón de pequeñas piedras que había colocado en un rincón. Pero los rayos de luz eran fríos y resultaba imposible emplearlos para encender fuego, así que salió y les dijo: -Vecinos, lo lamento, no tengo fuego- y cerró la puerta golpeándola en sus narices. Los vecinos se sintieron molestos y sorprendidos y regresaron a su casa refunfuñando. Y aquí ellos abandonan nuestra historia.
El leñador y su hija, rápidamente taparon las brillantes luces con cuanto trapo encontraron, por miedo de que alguien viera el tesoro que tenían. A la mañana siguiente, al destapar las piedras, descubrieron que eran luminosas piedras preciosas.

Una por una, fueron llevándolas a las ciudades de los alrededores, donde las vendieron a un enorme precio. El leñador resolvió entonces construir un espléndido palacio para él y su hija. Eligieron un lugar que quedaba justamente frente al castillo del rey de su país. Poco tiempo después había tomado forma un maravilloso edificio.

Ese rey, tenía una hija muy bella, que al despertar una mañana vio un castillo que parecía de cuento de hadas frente al de su padre, y quedó muy sorprendida. Preguntó a su servidumbre: - ¿Quién ha construido ese castillo? ¿Con qué derecho hacen algo así tan cerca de nuestro hogar?-. Los sirvientes salieron e investigaron y al regresar le contaron a la princesa la historia, hasta donde pudieron saberla.

La princesa entonces mandó llamar a la hija del leñador, pues estaba muy enojada, pero cuando las dos niñas se conocieron y hablaron, pronto se hicieron buenas amigas. Se veían todos los días e iban juntas a jugar a un arroyo, que había sido hecho para la princesa por su padre.
Algunos días después del primer encuentro, la princesa se quitó un hermoso y valioso collar, y lo colgó en un árbol próximo al arroyo. Al volver olvidó llevárselo y al llegar a casa pensó que lo había perdido. Mas la princesa, recapacitando, decidió que la hija del leñador se lo había robado. Se lo dijo a su padre, quien hizo arrestar al leñador, confiscó el castillo y le embargó todos sus bienes; el leñador fue puesto en prisión, y su hija fue internada en un orfelinato.
Como era costumbre en ese país, después de cierto tiempo, el leñador fue sacado de su celda y llevado a la plaza pública, donde se lo encadenó a un poste, con un letrero alrededor del cuello que decía: -Esto es lo que les ocurre a aquellos que roban a los reyes-.
Al principio, la gente se reunía a su alrededor, burlándose de él y tirándole cosas. El leñador se sentía muy desdichado.

Pero como es común entre los hombres, pronto se acostumbraron a ver al viejo sentado junto al poste y le prestaban cada vez menos atención. A veces le tiraban restos de comida, a veces no.
Un día escuchó decir a alguien, que era jueves por la tarde. Repentinamente, llegó a su mente el pensamiento de que pronto sería la noche de Mushkil Gusha, "El disipador de todas las dificultades", y que había olvidado conmemorarlo desde hacía tanto tiempo. Tan pronto como este pensamiento llegó a su mente, un hombre caritativo que pasaba le arrojó una pequeña moneda. El leñador lo llamó: -Generoso amigo, me has dado dinero que para mí no es de ninguna utilidad, si de alguna manera tu generosidad alcanzara para comprar uno o dos dátiles y venir a sentarte conmigo para comerlos, yo te quedaría eternamente agradecido.

El hombre fue y compró algunos dátiles, se sentó a su lado y comieron juntos. Al terminar, el leñador le contó la historia de Mushkil Gusha: -Creo que tú debes estar loco-, le dijo el hombre generoso. Pero era una persona comprensiva y a su vez tenía bastantes dificultades. Al llegar a su casa después de este incidente, encontró que todos sus problemas habían desaparecido. Y esto le hizo pensar más seriamente acerca de Mushkil Gusha. Pero él aquí deja nuestra historia.
A la mañana siguiente la princesa volvió al lugar donde se bañaba, y cuando estaba por entrar al agua, vio algo que parecía ser su collar en el fondo del arroyo. Pero en el momento que estaba por recogerlo estornudó, echó hacia atrás su cabeza, y vio que lo que había tomado por su collar era solo su reflejo en el agua. El collar estaba colgado en la rama del árbol, en el mismo lugar en el que lo había dejado hacía mucho tiempo. Tomándolo, corrió emocionada y le contó lo ocurrido al rey. Éste ordenó que el leñador fuera puesto en libertad, y que se le dieran públicas disculpas. La niña fue sacada del orfelinato y todos fueron felices por siempre.

Estos son algunos de los incidentes de la historia de Mushkil Gusha.

Es un cuento muy largo y nunca termina. Tiene muchas formas. Algunas que ni siquiera se llaman la historia de Mushkil Gusha y por eso la gente no las reconoce como tal.

Pero es por causa de Mushkil Gusha por lo que su historia, en cualquiera de sus formas, es recordada por alguien, en sted lugar del mundo, día y noche, donde fuere que haya gente. Así como su historia siempre ha sido relatada, así seguirá siendo contada, por siempre.
¿Quiere Usted repetir la historia de Mushkil Gushá los jueves por la noche y ayudar así al trabajo de Mushkil Gushá?
"Una mano y un pie no aplauden juntos".
)

La tradición Sufi utiliza cuentos de enseñanza como una de sus vías de transmisión espiritual. Estos cuentos  que pertenecían a la tradición oral, son actualmente conservados a través de la recopilación de varios académicos y maestros, y pueden ser encontrados en diversos libros publicados en numerosos idiomas.
Se dice que los cuentos originados en el Sufismo son secretos que se protegen a sí mismos a lo largo del tiempo. Esto significa que su mensaje es atemporal y que contienen enseñanzas que solo pueden ser desveladas de acuerdo con el nivel de conocimiento, capacidad y evolución del individuo que las reciben. Se dice también que cada cuento tiene por lo menos siete niveles de significados, por lo tanto su contenido más sutil se desvela en el momento en el cual el discípulo (o estudiante) esté preparado para recibirlo.
Yo he elegido uno de estos cuentos que está transcrito abajo. Este cuento me ha acompañado por más de tres décadas, y en cada jueves me toca de una forma diferente de las anteriores.
Es también una fuente de mucha alegría cuando participo en ocasiones muy conmovedoras como una reciente que tuvo lugar en mi casa. Era un jueves – en la tradición cristiana se celebraba la semana santa, en la tradición judía se celebraba el Pessach (el éxodo de los esclavos judíos de Egipto llevados por Moisés), y estábamos reunidos tres de mis hijos y cuatro de mis nietos (entre 10 y 5 años de edad).
Empezamos a contar la historia de Mushkil Gushá, y cada uno de los críos contó un trozo de la historia. Todos sabían la historia entera de memoria, la cual les había sido transmitida por mis hijos, que a su vez la recibieron de mí y de la convivencia con mis compañeros de camino cuando ellos eran aún pequeños.
Cada uno de los nietos utilizaba algún término o frase que habían naturalmente traducido desde su entendimiento, como por ejemplo en un dado momento uno de ellos dijo: esa parte de que “y cerró la puerta golpeándole en sus narices” a mi no me gusta, me hace sentir triste, entonces voy a saltarla.
Otro nieto sustituye en el texto “y aquí ellos salen de nuestra historia” por “y aquí ellos se van para la rueda”. Y en el final todos se encuentran en la rueda para que sean felices para siempre.
Es una maravilla percibir que la tradición pasa realmente de padre a hijo, de generación en generación, y seguramente, en consecuencia, algo ocurre en el contexto global de la humanidad.

Suzy Stroke