viernes, septiembre 16, 2011

Un cuento adaptado 1


Tenía únicamente la vida: ni amigos, ni pasado, ni rumbo ni esperanza. 
Todo lo había ido perdiendo a lo largo de años de lucha denodada por hacerse un hueco en un mundo
que ni comprendía ni amaba. Una llama apenas perceptible ardía en su pecho; una llama mezcla de pundonor y vergüenza y lástima de sí mismo y horror de dañar aún más a su madre; por respeto a esa llamita se arrastró por todo el pais para ir a consultar a don Crispín, un hombre sabio de los Purépecha cuyo nombre retenía en la memoria por haberlo escuchado en una pulquería un día de enero.

La choza donde le indicaron que vivía Don Crispín estaba tan lejos como uno pueda imaginarse, y así
de solitaria. Ni un perro se dió por enterado de su llegado. Desde detrás de unos saguaros se detuvo mirando aqul umbral cubierto por una manta rota donde había ido a buscar... a buscar, ¿qué?
 La rabia, el despecho tiraron de sus piernas hacia atrás, rumbo a la muerte, y al mismo tiempo el dolor
 lo jaló hacia adelante y corriendo, sollozando, como diablo que lleva el alma irrumpió en la choza chillando “Don Crispín, Don Crispín, ayúdeme!!"

¡AL SUELO PENDEJO, AL SUELO PENDEJO, DE RODILLAS, DE RODILLAS! Oyó que le gritaba el hombre sabio- ¡NI ME MIRES, PENDEJO, AL SUELO, DE RODILLAS!! -
 Aquello terminó por romper la poca contención que podía todavía sostener: un llanto irrefrenable le partió el pecho y berreando trató de contar y de pedir al mismo tiempo la historia de su dolor y rumbo para su alma. “le dije /no pudo/ pero cuando/ayúdeme/ solo usted puede / no lo hubiera...dígame algo, por diós, dígame algo !!”
¡CÁLLATE, CARAJO! ¡CÁLLATE! -logró callar entre hipidos y escuchar mientras don Crispin se quedaba en silencio... SONIDO DE ESTRELLAS. ¡SONIDO DE ESTRELLAS, eso es, SONIDO DE ESTRELLAS, ¿TE ENTERAS, GÜEY? ¡SONIDO DE ESTRELLAS!!! Y AHORA MEDIA VUELTA Y VETE! ¡¡¡VETE!!! ¡NI ME MIRES, CABRÓN, AFUERA! ¡SONIDO DE ESTRELLAS!

¿Qué? ¿Qué le estaban diciendo? ¿Qué  le decía aquel viejo de mierda? El desesperado en que
se había convertido alzó por un momento los ojos y entrevió por un instante un escopetón a medio metro de su sien y una cabeza rubia desde donde salían aquellos gritos ¡NO LEVANTES LA MIRADA! SONIDO DE ESTRELLAS!. Reculó hasta la salida, fué de nuevo presa del sollozo y se dejó ir tironeado por su instinto de conservación que quería  poner mil millas entre él y aquella bocacha de revólver...

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