sábado, noviembre 25, 2006

Diálogos airados, 1ª parte



A.- Buenas tardes
B.- ¡Vaya, el lector!¡qué sorpresa qué bien verle por aquí de nuevo!. ¿Cuánto tiempo hace que no...?
A.- ¿Qué pasa, se le hace más fácil añadir poemas y dibujitos y críticas textuales que entrar al tema de Los Sueños En Psicoterapia, o qué?
B.- ¿Perdón?
A – Que cuando va a volver su errática atención al tema de Los Sueños En Psicoterapia!

B.- ¿Qué pasa, no le gustan los artículos que voy subiendo?
A.- Es que usted no está entrando en el tema de…
B.- En fin, a ver...: lo cierto es que yo creía que estaba todo el tiempo hablando de La Psicoterapia Con Mayúsculas Como Usted Gusta De Decir. He hablado de libros, he contado sueños, he incluído poemas...
A.- Y no ha entrado en el Tema De...
B.- Entrado, entrado... Pero me parece que no le voy a. Convencer. Y el caso es que... A ver: ¿De qué forma hubiera querido usted que yo “entrara” en El Tema...
A.-Pues muy fácil, le voy a dar un ejemplo de temario a seguir:: Los sueños y Freud, los sueños y Jung, ejemplos de ambos abordajes; los sueños en otros (a su elección, pero Profesionales de la Psicoterapia, por favor!!), Frederick Perls y los sueños, los sueños en la Terapia Gestalt; ejemplos clínicos. Esto como introducción histórica. Y después: Qué hacen los sueños en el soñador y qué hace el trabajo psicoterapéutico de los sueños para el soñador: Discusión teórica. Y para finalizar: propuestas para los lectores, ejercicios con sus propios sueños. ¡Un poco de seriedad!
B.-Ah, ya: El amor: orígenes y primeros pasos. Amor infantil: progenitores, hermanos, abuelos y otros parientes, profesores. El amor a Dios, con ejemplos . Fases de latencia, pubertad, amor en cuadrilla. Antecedentes, fenotipo y genotipo de los contrayentes del amor. Para qué sirve el amor. Ejercicios de amor. Y un poco de seriedad. ¿Es así?
A.- ¿???
B.- Ya que es usted el que viene reclamando, ¿me dejará que escoja yo las armas del duelo, no? Pues bien: elijo el “Qué hacen los sueños en el soñador y qué hace el trabajo de los sueños para el soñador.
Los sueños, señor mío, no hacen nada por el soñador, porque no podemos dividir de ninguna manera imaginable soñador y sueños: son la misma cosa. Escotomizarlos nos obliga a partir de un punto de vista del tipo “soy yo, y soy visitado por entidades externas que llamo sueños”. Este punto de vista no es el que yo adopto como punto de partida. Por la simple razón de que queremos hablar de psicoterapia, lo que requiere un sujeto y no admite un sujeto y una nube de entidades queriendo comunicarle sus asuntos. En psicoterapia, yo actúo en mi vida vigil y en mis sueños yo hago mis sueños.
...pero en este Blog recogeré a menudo opiniones y testimonios de quienes no piensan así, sino que efectivamente consideran que allí afuera hay entidades a las que, durmiendo, abro ciertas puertas mías por las que entran los sueños. Ejemplo eximio: Homero


Los verdaderos sueños son por naturaleza desconcertantes y están llenos de mensajes difíciles de interpretar; de ninguna manera todo (lo que aparece en ellos) sucederá realmente a los mortales. Pues hay dos puertas para los sueños insubstanciales; una construida de cuerno y otra de marfil. Es peligroso creer en los (sueños) que vienen a través (de la puerta) de marfil serrado, pues traen mensajes que no se harán realidad; pero (los sueños) que vienen a través de (las puertas de) cuerno pulimentado tienen poder de realidad, cualquiera que sea el mortal que los contempla. ODISEA, XIX. 560-567. Cox Miler, pg. 30.

Citaré, decía, autores, ideas, textos de este jaez, porque, sépalo bien,
no pienso ceñirme tan solo al apartado Sueños Y… Psicoterapia.
Y para que se refuncie bien refunciau, ahí le va una rima de Bécquer, que nos informa de paso acerca de cómo andaba la consideración de lo soñado en aquellos tiempos del Romanticismo.:


¿Será verdad que cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?

¿Será verdad que huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?

¿Y allí desnudo de la humana forma,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?

¿Y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro de dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?

Yo no sé si ese mundo de visiones
Vive fuera o va dentro de nosotros:
Pero sé que conozco a muchas gentes
A quienes no conozco.

Y ahora mismo cierro el blog y me voy a las cosas de la vida. Quédese usted con Dios. Y Vuelva mañana. Si le da la gana. Y seguiré exponiendo mi cosa.

viernes, noviembre 17, 2006

SOÑANDO POR OFICIO

DEL OUTRO LADO DAS MONTAÑAS

Alguen dixo que había cidades para soñar
Del outro lado das montañas
No dijo si estaban suspendidas en el aire, sumergidas en las lagunas
O perdidas en el corazón del bosque.

Los que allá fueron nada encontraron,
Ni altas torres ni jardines
Ni mujeres hilando en el atrio,
Nin un rapaz aprendendo a tocar a gaita.

Sólo yo traje algo para seguir soñando
Algo visto y no visto en la niebla de la mañana,
Algo que era una flor o un mirlo de oro
O un pe descalzo de muller,

Un sueño de otro que se ponía a dormir en mí,
Echado en mis ojos,
Pidiéndome que lo soñase más allá de las montañas,
Onde no hai cidades pra soñar.

E agora ando soñando por oficio, y no sé
Si soy yo quien sueño, o es que por mí sueñan
Campos, miradas azules, palomas que juegan con un neno
O una mano pequeña y fría que me acaricia el corazón
De Don Alvaro Cunqueiro´con un apaño.

EL SUEÑO DE RAQUEL

Soñé que, soñando, estaba para entrar en uno de los paisajes en los que suelen suceder mis sueños, unos paisajes que no creo haber visto jamás. Un lago. Y entonces, ante mis ojos, el agua desaparece y deja ver lo que había debajo: el prado de los burros, el que estaba detrás de mi casa cuando era niña.

Y eso sucedió una y otra vez. El templete, el embarcadero del río… se recogían ante mí y me dejaban ver las vías del tren de la Francoespañola, el camino… unas montañas se deshinchaban y eran un sendero. Hasta diez veces. Y en el centro de todo aquello, como el centro de un cuadrado, la casa de mi niñez.

Me sentía tranquila, y contenta de comprender. Y todo era muy nítido, muy claro. Y todo era exactamente como era entonces, con las casas de entonces.

pocos dias mas tarde, volví a soñar en uno de aquellos escenarios, y todo había vuelto a revestirse de las formas acostumbradas: el lago cubría el prado, las montañas se alzaban en el lugar del sendero...

Titulo el sueño “Todo estaba allí”.

martes, noviembre 07, 2006

La naturaleza de los sueños

El sueño del Príncipe-Elector no es, ya lo advertí, un sueño. Sí un poema, así que está concebido para despertar en nosotros-lectores una emoción.
Mutis nos muestra a alguien que vuelve a su casa por caminos bien conocidos. Por accidente, por razones que él no entiende ni entenderá, su camino es repentinamente otra cosa, un callejón que le arrima a lo desconocido. Y lo desconocido se parece a lo acostumbrado, así como los ojos de la lamia le traen a la memoria sus visitas a sus primos en Valaquia.

El deseo y la prohibición de darle satisfacción le dan el sabor al poema: ahí, a tu lado, en tu mismo camino, están las aguas de lo otro, pero no son para ti. ¿A que ahora percibes como sosas, como tristemente obligatorias aquellas cosas que son tu día a día? El personaje desarrapado, que está ahí para dar sarcasmo a lo que podría haber quedado en simple extrañeza.
Mi mundo, tu mundo, nos dice Mutis, ¿qué son en la feria de los mundos? Somos almas provincianas, tan contentos cuanto ignorantes; comprenderlo abre una lesión que irá a más hasta tu último día.

Esto de las aguas inéditas y del bañarse en ellas me hace recordar un relato recogido por Martin Buber en sus Cuentos Jasídicos (que editó Paidós en cuatro volúmenes im-pres-cin-di-bles y ni siquiera carísimos). Un judío nos cuenta en un sucedido que parece un sueño el inesperado comportamiento de cierto santo rabí: en una ocasión de recogimiento litúrgico llamó al narrador, que era su amigo y ayudante, y le pidió que le acompañara a pasear. Muy sorprendido, le acompañó. Anduvieron largo rato y dieron al cabo con cierta pequeña corriente e agua en un claro, y allí decidió el Rabí quitarse las ropas y darse un chapuzón, y dicho y hecho. Se quedó mirando boquiabierto el amigo y ayudó a su maestro a secarse y vestirse, y volvieron al pueblo y todo fue como debía ser… Pero aquellas aguas, pensándolo bien, ¡nunca las había visto antes! ¿Dónde era que estaban? Volvió al campo, rebuscó y no pudo dar con ello. Y unos días después no pudo más y se dirigió al santo: “tú sabes, jamás te pido explicación, pero esta vez…” “A ver”, le respondió el bañista, “si el Pozo de Mirian que acompañó milagrosamente a Israel en el desierto, se presenta de pronto entre nosotros, ¿Qué haces tú que no te vienes a bañar en él conmigo? “

Pero esto son poemas, eixemplos; los sueños nos tienen acostumbrados a una complejidad mucho mayor. Los surrealistas respetaban con mimo esa multiplicidad que es la base de la sensación de asombro que nos producen los sueños. Un ejemplo:

“…soy el abuelo, el padre, el hermano, el cuñado, el tío, el yerno, la nuera, el primo, el padrino y el cura del Papa actual, que es sólo un espía disfrazado, un falso hermano al servicio de los Archiduques de los Alisios. Sólo se podrá desenmascararlo mostrando al gentío la flecha del parto clavada en su hombro…”

Los sueños, me parece a mí, apenas toleran su traslación a otro medio que no sea el íntimo ámbito en el que se mueven. Los sueños en cine suelen ser apenas MacGuffins puestos ahí para que los espectadores nos descuidemos y piquemos, y así, despistados, estemos más abiertos al susto que nos van a echar encima. Los sueños, en literatura, son como copias desvaídas de profecías, de estremecimientos: a menudo son sólo recursos para legitimar la acción vigil. El idioma, o el lenguaje de los sueños no es diacrónico a la manera de nuestro día a día.
Los sueños no se dejan fotografiar; suelen salir movidos…

viernes, noviembre 03, 2006

EL SUEÑO DEL PRINCIPE-ELECTOR



De Alvaro Mutis, en su libro CARAVANSERAY


A su regreso de la Dieta de Spira, el Príncipe-Elector se detuvo a pasar la noche en una posada del camino que conducía hacia sus tierras. Allí tuvo un sueño que lo inquietó para siempre y que, con frecuencia, lo visitó hasta el último día de su vida, con ligeras alteraciones en el ambiente y en las imágenes. Tales cambios sirvieron sólo para agobiar aún más sus atónitas vigilias.

(este texto es un poema. No se trata de un sueño que yo haya escuchado a algún soñador, ni su autor nos dice que sea el relato de algún sueño del que él haya tenido noticia. Es un poema, escrito en prosa, razón por la cual lo voy a copiar fielmente, que en los poemas importan las palabras y su sucesión y su mutuas relaciones más que aquello que querría trasmitir. Vamos con ello.)

Esto soñó el Príncipe-Elector:
Avanzaba por un estrecho valle rodeado de empinadas laderas sembradas de un pasto de furioso verdor, cuyos tallos se alzaban en la inmóvil serenidad de un verano implacable. De pronto, percibió que un agua insistente bajaba desde lo más alto de las colinas. Al principio era, apenas, una humedad que se insinuaba por entre las raíces de la vegetación. Luego se convirtió en arroyos que corrían con un vocerío de acequia en creciente. En seguida fueron amplias cataratas que se precipitaban hacia el fondo del valle, amenazando ya inundar el sendero con su empuje vigoroso y sin freno. Un miedo vago, un sordo pánico comenzó a invadir al viajero. El estrépito ensordecedor bajaba desde la cima y el Príncipe-Elector se dio cuenta, de repente, que las aguas se despeñaban desde lo alto como si una ola de proporciones inauditas viniera invadiendo la tierra

(valle estrecho, laderas empinadas, furioso verdor del pasto, verano implacable... aquel príncipe, que volvía a casa por caminos conocidos, ¿qué se decía soñando? ¿qué es lo que “en la más clara de las circunstancias” puede filtrarse, correr, desbordarse, precipitarse y amenazar con inundar? ¿...el agua, la humedad, la acequia en creciente, sin freno, invadiendo la tierra desde más allá de sus propios márgenes? Y esas aguas, esas humedades, ¿serán eróticas, serán regadíos, serán tsunamis arrasadores?

El estrecho sendero por el que avanzaba su caballo mostraba apenas un arroyo por el que la bestia se abría paso sin dificultad. Pero era cuestión de segundos el que quedara, también, sepultado en un devastador tumulto sin límites.

(“sepultado tumulto sin límites”...con esas eles y esas tes me suena como suena el agua...)

Cambió de posición en el lecho, ascendió un instante a la superficie del sueño y de nuevo bajó al dominio sin fondo de los durmientes. Estaba a orillas de un gran río cuyas aguas, de un rojizo color mineral, bajaban por entre grandes piedras de pulida superficie y formas de una suave redondez creada por el trabajo de la corriente. Un calor intenso, húmedo, un extendido aroma de vegetales quemados por el sol y desconocidos frutos en descomposición, daban al sitio una atmósfera por completo extraña para el durmiente. Por trechos las aguas se detenían en remansos donde se podía ver, por entre la ferruginosa transparencia, el fondo arcilloso del río.

(en esto dieron las Grandes Aguas: en un paisaje de piedras pulidas, suaves redondeles, aguas rojizas, calores intensos, olores intensos, fondos arcillosos... un lugar que satura los sentidos y los abre a lo que vaya a venir, un lugar erótico, ¿no?

El Príncipe-Elector se desvistió y penetró en uno de los remansos. Una sensación de dicha y de fresca delicia alivió sus miembros adormecidos por el largo cabalgar y por el ardiente clima que minaba sus fuerzas. Se movía entre las aguas, nadaba contra la corriente, entregado, de lleno, al placer de esa frescura reparadora. Una presencia extraña le hizo volver la vista hacia la orilla. Allí, con el agua a la altura de las rodillas, lo observaba una mujer desnuda, cuya piel de color cobrizo se oscurecía aún más en los pliegues de las axilas y del pubis. El sexo brotaba, al final de los muslos, sin vello alguno que lo escondiera. El rostro ancho y los ojos rasgados le recordaron, vagamente, esos jinetes tártaros que viera de joven en los dominios de sus primos en Valaquia. Por entre las rendijas de los párpados, las pupilas de intensa negrura lo miraban con una vaga somnolencia vegetal y altanera. El cabello, también negro, denso y reluciente, caía sobre los hombros. Los grandes pechos mostraban unos pezones gruesos y erectos, circundados por una gran mancha parda, muy oscura. El conjunto de estos rasgos era completamente desconocido para el Príncipe-Elector. Jamás había visto un ser semejante. Nadó suavemente hacia la hembra, invitado por la sonrisa que se insinuaba en los gruesos labios de blanda movilidad selvática. Llegó hasta los muslos y los recorrió con las manos mientras un placer hasta entonces desconocido para él le invadía como una fiebre instantánea, como un delirio implacable. Comenzó a incorporarse, pegado el cuerpo de móvil y húmeda tersura, a la piel cobriza y obediente que lo iniciaba en la delicia de un deseo cuya novedad y devastadora eficacia lo transformaban en un hombre diferente, ajeno al tiempo y al sórdido negocio de la culpa.

aquí están los protagonistas

Una risa ronca se oyó a distancia. Venía de un personaje recostado en una de las piedras, como un lagarto estirándose al ardiente sol de la cañada. Lo cubrían unos harapos anónimos y de su rostro, invadido por una hirsuta barba entrecana, sólo lograban percibirse los ojos en donde se descubrían la ebriedad de todos los caminos y la experiencia de interminables navegaciones. “No, Alteza Serenísima, no es para ti la dicha de esa carne que te pareció tener ya entre tus brazos. Vuelve, señor, a tu camino y trata, si puedes, de olvidar este instante que no te estaba destinado. Este recuerdo amenaza minar la materia de tus años y no acabarás siendo sino eso: la imposible memoria de un placer nacido en regiones que te han sido vedadas”. Al príncipe-elector le molestó la confianza del hombre al dirigirse a él. Le irritaron también la certeza del vaticinio y una cierta lúcida ironía manifiesta, más que en la voz, en la posición en que se mantenía mientras hablaba; allí echado sobre la tersa roca, desganado, distante y ajeno a la presencia de un Príncipe-Elector del Sacro Imperio. La hembra había desaparecido, el río ya no tenía esa frescura reparadora que le invitaba a bañarse en sus aguas.

Y aquí el antagonista


Un sordo malestar de tedio y ceniza lo fue empujando hacia el ingrato despertar. Percibió el llamado de su destino, teñido con el fastidio y la estrechez que pesaban sobre su vida y que nunca había percibido hasta esa noche en la posada de Hilldershut, en camino hacia sus dominios.

y aquí el mensaje

y aquí el poema de Borges…

jueves, noviembre 02, 2006

¿Porqué es tan triste madrugar?

Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿porqué, si te despiertan bruscamente
sientes que te han robado una fortuna?

¿Por qué es tan triste madrugar ?. La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora

de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra
y que el día deforma en sus espejos.

¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?

(J.L.Borges: (“El sueño”, de “El otro, el mismo”)