viernes, septiembre 16, 2011

cuento 4

"En fin, que cuando se cumplía el año de aquella visita al sabio, estaba otra vez 
andando desde la población hasta  su choza. El camino, esta vez,  se me hizo cortísimo. Le llevaba como obsequio una estrella de plara que había labrado para mí un platero; sentía que darle las gracias más profundas era parte inseparable de mi vida. Ya nada era como había sido. Estaba en pié, ante los hombres y ante dios, y cada paso mío procuraba honrar este mundo incomparable. Había encontrado Paz para mí.

 Escuché un perro, y era un perro pequeño, pero chillón: a sus ladridos un hombre salió de la choza y me miró. “¿Qué se le ofrece, señor?” “Vengo a visitar a Don Crispín; quiero darle las gracias por algo que hizo por mí”. “Pues aquí me tiene, yo soy Crispín”, contestó. Era un hombre joven, extremadamente grueso, con el pelo rizado muy oscuro. “Disculpe, pero no: yo quiero hablar con don Crispín. Hoy hace un año que me atendió en una consulta...” “¿Hace hoy precisamente un año, dice usted?, preguntó el gordinflón, y se echó a reir como un loco ante mi desconcierto. “Pero, pase, pase, por favor, pase adentro y no se ofenda; yo le voy a explicar, le prometo que le voy a explicar”

y, entre risas y exclamaciones me contó que precisamente un año atrás se decidió a hacer un viaje que venía postergando desde tiempo atrás un viaje a la capital, y que estuvo ausente por tres días; y a la vuelta, se había encontrado todas sus cosas revueltas, y le faltaban el hornillo, un par de objetos sagrados y un zurrón con el que salía a recolectar yerbas; y que por aquello se había decidido a seguir el consejo de sus amigos de hacerse con un perrillo que le defendiese... y así se fué aclarando el misterio "así que hablé con un ladrón!", decía él "Así que el ladrón habló con usted en ver de afusilarlo", decía Don Crispín.- A eso venía lo del “no se levante, al suelo, no me mire...!”


¿Y el consejo? ¿Y lo del sonido de estrellas? Eso nunca se pudo aclarar. El ladrón debió de reaccionar sin pensar, y soltó lo primero que se le cruzó por la cabeza...

Lo demás -dijeron el uno tanto como el otro mientras compartían unos tragos y admiraban el trabajo del orfebre y qué hermosamente había grabado "sonido" en aquella estrella-, lo demás lo hicieron la desesperación, la necesidad, una llamita diminuta, la inmensa noche, una hermana compasiva, la verdadera entrrega incondicional, el amor..


(A partir de un relato escuchado a Memo Borja).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=tfpqKPsAjAM

Anónimo dijo...

Me gusta la gente que vibra,
que no hay que empujarla,
que no hay que decirle que haga las cosas,
sino que sabe lo que hay que hacer
y que lo hace.
La gente que cultiva sus sueños
hasta que esos sueños se apoderan
de su propia realidad.

Mario Benedetti