miércoles, octubre 27, 2010

diálogos octobrinos 2: Vibia Perpetua se prepara para morir


pues... sé por el Cox Miler ("Los sueños en la antigüedad tardía", en Siruela, Madrid, 2002.)
de la existencia de esta joven cartaginesa, que se convirtió al cristianismo a los 20 años, y se casó y tuvo una hija, y fué repudiada -por cristiana- por su marido, y capturada, condenada y echada a los animales -y por ellos muerta- en las fiestas de cuempleaños del cónsul Geta, a sus 22 años.



Durante su encarcelamiento escribió un diario en el que incluyó cuatro sueños sucesivos. Alguien rescató esos textos y los unió con otros hasta hacer un librillo de mártires; y Tertuliano se hizo con él y sobre ello disertó, y así ha llegado a nuestros días.

Me he dado una vuelta por algunas "vidas de santos", y lo que de ella cuentan no se diferencia en nada del modelo standar: una santa santísima, un ser malvado en el poder, una muchedumbre ciega de sangre, fieras que con sus comportamientos anómalos atestiguan de la excepcionalidad de aquella víctima, tajo al cuello in extremis y recogida de reliquias. De sus sueños, esos textos nos cuentan solo lo que mejor puede adaptarse a alegorías educativas; en el Cox Miller, en cambio, los relatos de los sueños vienen tal cual. Y el segundo de ellos dice así:

"Unos días más tarde, mientras estábamos todos en oración, de repente, en medio de ella, se me escapó una palabra: Dinócrates. Me quedé estupefacta, pues hasta entonces nunca me había venido a la mente. Sentí pena recordando su muerte... Aquella misma noche se me mostró la siguiente visión: ví a Dinócrates saliendo de un lugar tenebroso, donde había mucha gente. Tenía mucho calor, y estaba sediento, sus ropas estaban sucias y su rostro pálido. Llevaba en la cara la herida de cuendo murió.
En vida, Dinócrates había sido mi hermano, que murió, lamentablemente, a la edad de 7 años de un cáncer en la cara, de modo que todo el mundo vió su muerte con repugnancia. en mi sueño, yo rezaba por él, y entre él y yo había un gran abismo, de manera que no nos era posible acercarnos el uno al otro... A su lado, había un estanque lleno de agua, con el borde demasiado alto para su altura; estiraba su brazo pero no llegaba. Asi supe que mi hermano se estaba esforzando.,..

En un sueño posterior, ví el mismo lugar, y allí estaba Dinócrates, bien vestido y refrescado, y donde antes tenía la herida, tenía ahora una cicatriz. Y el borde del estanque llegaba ahora hasta su ombligo, y él alcanzaba a beber y lo hacía, incesantemente, con un cuenco de oro que allí estaba. Y saciada su sed, se puso a jugar con el agua, como hacen los niños, completamente feliz".


Y así las dos mujeres, Gabriela Mistral y Vibia Perpetua devolvieron a lavida a sus muchachos queridos, la Mistral para poder seguir viviendo y Perpetua para poder afrontar la muerte con fé.

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