Algo le atenaza. Algo le abraza, le amenaza, y él ejecuta ciertos gestos y se da a sí mismo una sensación de poder, de control; se tranquiliza, se lo cree, se lo toma en serio.
Y vuelve al punto de siempre, al mismo punto de ayer, solo que alguien ha trastocado algo en su ausencia, porque el atajo que tan bien conocía puede esconder ahora una celada, y hay que revisar todos los pactos y poner a prueba todas las fidelidades, porque ni siquiera es viable reconocer con seguridad a los enemigos. Algo, alguien –cómo saberlo, si siempre está a sus espaldas- parece guiarle, o soplarle, o engañarle…
Entonces, se duerme y sueña.
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