domingo, julio 30, 2006

Los Sueños en Psicoterapia.- 1

Los sueños, en sí mismos, no sirven para nada en particular.

Precisan de quien quiere utilizarlos.

Lo primero es, pues, escucharlos

En psicoterapia, podemos encontrarnos ante dos casos: Alguien recuerda un sueño y nos lo quiere narrar. O alguien manifiesta que no recuerda sus sueños.

En este segundo caso, tal vez se pueda obtener algún beneficio de animarle a que procure recordarlos. Esta es una posible utilidad de los sueños.

En el primer caso, se abre un extenso abanico de posibilidades.
En general, aprenderemos, tanto el paciente como el terapeuta, acerca del soñador.
Y, si podemos, haremos que el estudio conjunto de su sueño suponga, para él, un avance relevante.

Pero... alguien está llamando a mi puerta; intuyo que será el paciente de las 18.40. Por esta vez, y para que sirva de precedente, voy a abrir para vosotros el Sancta Sanctorum donde se celebra la terapia. Escuchad y ved….


Paciente: B´nass tardess
Terapeuta: B´nass
P: Heme aquí.
T: ¿Qué se le ofrece?
P: Hoy vengo sin nada nuevo para contar
T: Ni puñetera falta que hace.
P: Entonces, de qué vamos a hablar hoy?
T: Eso mismo m´estaba yo preguntando.
P: Bueno, la semana ha sido como todas
T: ¿Cómo cuales de todas? Porque, déjame recordarte que desde que vienes a terapia, ninguna semana se ha parecido siquiera a cualquier otra.
P: Parecerse, parecerse, se parecen todas. Lo que no son es iguales.
T: A ver, a ver… ¿qué te parece si empezamos de nuevo? ¿Cómo estás ahora?
P: Pero, ¿ahora-ahora? ¿ahora mismo?
T: Ahora, ahora, aquí, ahora… ya sabes… ahora… ¿Cómo te encuentras, en qué estás, qué sientes, en qué te andas pues?
P: Ahora estoy bien.
T: A ver, un esfuercito para tu terapeuta… procura primero percibir y después comunicarme una percepción actual acerca de ti que no sea valorativa. No “bien”, no “mal”, no “regular”, ni tampoco “mejor”, ni “peor”, nada de eso: algo como “interesado”, “excitado”, “inquieto”, “agitado”… A ver, otra vez, ¿cómo te encuentras?
P: Pues bien, bastante bien, ya lo he dicho antes. ¿o es que tengo que sentirme mal todo el tiempo? ¿tengo que sentirme mal, ah?
T: Y, por seguir con lo que te estoy proponiendo, ¿es un “bien, bastante bien”, qué séyo, ¿impaciente?, ¿relajado?, ¿Cómo después de una comilona?
P: Es que he comido pronto.
T: ¿y?
P: Pues eso, que no puede ser de comilona
T: Bien, muy bien. ¿RECUERDAS ALGÚN SUEÑO O ASÍ?

Pause en la trascripción de la sesión.

Como puede observarse, el terapeuta (qué más dará que se trate de mí mismo) maniobra astutamente, y antes de agredir a su estimado cliente, le dirige hacia la gran pregunta clave: ¿Recuerdas algún sueño? ¿o así?

Volvamos al santasantorrum
P: ¿de esta noche o de cuando?
T: De cuando sea, de cuando sea…
P: De esta noche pasada, no recuerdo ninguno.
T: ¿algún sueño repetido? ¿algún sueño infantil? ¿algo?
P: Infantil, tampoco me acuerdo de ninguno. Yo es que de los diecinueve para atrás, me acuerdo de poco y como con niebla.
T: Algún fragmento, algún trocito, ¿algo?
P: Y eso, ¿pa qué?
T: ¿El qué?
P: Lo de los sueños.
T: Te pone nervioso el tema?
P: No, pero como vine por lo de la pareja, que estoy tan mal con lo de la separación, no veo claro lo de acordarme de los sueños…
T: Ya sabes, que lo que yo te propongo es que revisemos qué hiciste tú, inadvertidamente, para que las cosas os fueran así, para que no las vayas a repetir en tu vida actual ni en el futuro
P: Pero es que, como ya conté, la que se separó fue ella…
T: en fin, que sí, pero ¿recuerdas algún sueño de tu vida, toda entera, sí o no?
P: Recordar, así como recordar, con detalles y tal, no, no recuerdo, pero me acuerdo algo de un perro. Lo que pasa es que…
T: ¿,,,qué?
P: Que no sé si era sueño mío o que me lo contaron…

Pause en la transcripción de la sesión.

El sujeto parece desbordado, sin que quede claro qué es lo que le desborda. El terapeuta, necesitado de agarrarse a una tabla ardiente de salvación, sopesa, en discreto silencio, el proponer a su paciente que comience a prestar atención a su soñar. ¿Qué busca? El dice que incrementar el campo del darse cuenta del despistado a quien tiene delante; el público en general tiene la impresión de que busca aliviarse la faena echando balones fuera. El paciente comienza a impacientarse…

T… ¿te parece?
P: francamente, no, no me parece.
T: ¿Qué es eso que no te parece?
P: Que llevo tres meses y medio durmiendo fatal y me dice que me despierte para anotar cosas de mis sueños, y no le veo la lógica
T: La lógica, mi dulce corderillo, es lo que aplicaste intensamente en tu relación con XXX, y ya ves de qué te sirvió…
P: eso me ha sonado como si me hubiese llamado Tonto
T: ¿Y? ¿Cómo te hace sentir el que te llamen tonto?
P: Me siento como si fuese tonto, fatal. XXX sabía hacerme sentir así siempre que quería.
T: Vaya, ahora sí que has conectado con algo preciso y actual. A eso me refería yo antes, algo no-cualitativo, no juzgador, no “bueno, malo”, sino algo expresado desde la emoción, desde la sensación. ¿Ves? Y además has traído al presente la cadena de sentirte mal que creasteis entre tu mujer y tú, ella como exigidora y tú como asentidor. ¿Ves? Y todo gracias a los sueños. ¡Los sueños, en terapia, son la puerta del Inconciente, la cabina de peaje de la autopista al subconsciente! ¡Los sueños funcionan así, no por la vía apolínea del justo medir, sino por la dionisíaca de la súbita liberación del instinto! ¡Que lo sepas! Anda, anda, alma de cántaro, vete a casa y reza cien avemarías: tu fé te ha salvado. Para la próxima sesión, me traerás escrito todo lo que averigües sobre tus sueños de esta semana.
P: ¿Y si no recuerdo nada? ¿Y qué hago con lo de llamar a mi cuñado? ¿Y si ella no vuelve? ¿Adonde va, terapeuta mío? ¡Vuelva! ¡Vuelva! ¿Qué me ha dicho que tengo que hacer?