Ciertos escritos, están marcados - o así lo parece- con el sello de Hipnos. Antes he citado a Maria Sabina y al bardo Amergin, cercanos de uno u otro modo al soñar. Y ni puedo ni quiero evitar el asunto Surrealismo, solo que es tan vasto ...
Ya he ido colgando imágenes de Salvador Dalí, de Giorgio di Chirico, de Rene Magritte, y citas de André Breton y de Luis Aragon. Aquella estirpe, surgida de pronto, reveló por su nacimiento una legión de antepasados a los que no se habían encontrado nexos comunes.
Leerse la Antología del humor Negro de André Breton ( en Anagrama, más accesible y barata y no menos interesante ni divertida que la Historia de los Heterodoxos Españoles del anómalo cronopio Menendez Pelayo) suplirá cualquier enumeración de esos antepasados. Voy a amontonar algunos nombres: Jean Potocki, Barón de la Motte Fouque, William Beckford de Fonthill, S.T.Coleridge, Isidore Ducasse, Jean Cazotte, Petrus Borel, E.A.Poe, gentes poseidas. Gentes de aquellas que de pronto caen en un pozo y salen diciendo “un no sé qué, que quedan balbuciendo”, y que nos ofrecen un seguro tobogán por el que deslizarnos hasta el vasto mundo de lo soñado.
No encuentro puntos literarios comunes entre ellos, más allá de la irrupción de lo extraño en sus escritos. Solo que es un Extraño que hace que todo, de pronto, encaje, que sugiera, que nos contagie.
Raymond Roussel es , que yo sepa, un caso único. Hizo lo que los Conductores Suicidas de las autopistas: apretó el acelerador “contra” la corriente de coches. ¿Cómo? Se propuso un Sistema. Consistente en “yuxtaponer dos palabras fonéticamente semejantes, añadir especularmente algunas más y obtener así una frase… ¿carente de todo sentido? ¿llena de dobles sentidos?... En todo caso, una vez obtenida la frase, se trataba de ilustrarla mediante sucesivos cuadros tirando a inmóviles (como en el sueño de Maxen).
Todo juego fonético era bienvenido. Así, su obra Impressions en Afrique, (impresiones en África), es un juego de palabras con “Impresión a fric”, que podria traducirse como “impreso a mi costa”, que era la forma real como el rico Roussel lograba que se imprimiesen sus obras: corriendo él con los gastos. “Pillard”, bergante y “billard”, billar, se asemejan… y no tienen nada que ver entre sí… ¡qué ocasión, se decía Raymond, para intentar un relato que comience por la una y termine con la otra!.
Pero abramos al azar las Impresiones en Africa, traducidas , y muy bien, por Estela Canto para las Ediciones de la flor:
“uno a uno, todos los hilos sonoros, probados aisladamente por el ir y venir de la ramita, dieron dos sonidos simultáneos de amplitud parecida. Juntos o disonantes, los intervalos diferían todos, dando a la experiencia una divertida variedad.
El adolescente, dejando el arpa y el arco, tomó las dos piedras oscuras y las golpeó violentamente una contra la otra sobre la espesa candela colocada en un ángulo del lecho; un grupo de chispas, brotadas al primer golpe, cayeron en parte sobre la mecha, muy combustible, que llameó enseguida.
Cargada de una brusca rareza, revelada por la cercana iluminación de la tranquila y recta llama, la sustancia misma de la candela pareció ser la pulpa porosa y apetitosa de algún fruto de delicadas nervaduras.
Pronto la atmósfera fue sacudida por un formidable crepitar, surgido de la candela que, al consumirse, imitaba el sonido del trueno.
Un corto silencio separó el primer trueno de otro ruido todavía más violento, seguido por algunos rugidos sordos, que señalaron un periodo de apaciguamiento”
Preciso. Trasparente. Indescifrable. Capaz de suscitar evocaciones. Ese es el estilo.
“A eso de las cuatro, aquel 25 de Junio, todo parecía listo para la coronación de Talú VII, Emperador de Ponukelé, Rey de Drelchkaff.”
Esa es la frase que abre el libro. Y allá por la penúltima página 294, nos dice:
“En cuanto a la urraca, desempeñaba ahora su papel con infalible seguridad, y el emperador sólo tenía que elegir el momento para probarla. El mismo ilota había de ser movido por el pájaro sobre los dos rieles que Norbert acababa de fabricar con una cantidad de bofe solicitado al camarero”
Pero R.R. nunca intentó escribir sueños. El, como Poe, creía haber hallado un sistema de creación exclusivamente racional, ajeno al error subjetivo; era un abstracto, no, un presurrealista, no, un ser bizarro que juntaba objetos y requería nuestra atención a su discurso. Y nosotros miramos sus objetos y caemos hipnotizados, y no le hacemos ni pizca de caso a lo que nos cuenta, absortos en rosarios de recuerdos que nos conducen en derechura hasta la más innominado de nuestro corazón. Tal y como si fuesen sueños…
Pero este campeón, este artista único en el arte de contar sus sueños, no contaba sus sueños, no. No soñaba. Se drogaba para dormir, para no soñar. Y se tomaba en serio estos asuntos. He aquí, según la instrucción de su deceso cuanto:
“El papel adjuntado a los autos empieza el domingo 10 de Junio. Esa tarde, a las seis, Roussel tomó 6 comprimidos de Phanordome e igual cantidad a la una y media de la noche. El día 26 empezó a las 5 ½ de la tarde con 8 de Hipaléne; tomó otros 2 y luego otros 4 a las 9 ½; otros 30 en total durante la noche. El día 27: un frasco y medio de Veriane. El 28: a la 16.30, tres comprimidos de Rutonal, otros 3 a las 18 y otros 12 durante la noche., con el resultado de tres horas de sueño. El 29, Sonéryl: 4, a las diecisiete, 4 a las dieciocho y treinta, sueño a las veintidós. Durante la noche, otros 13. Tras un sueño de doce horas y cuarto, “euphorie extra” durante 24 horas. El 30: Smnothryl, 19 píldoras, sin euforia pero con seis horas de sueño. El 1 de Julio, un frasco de Neurinasse. El 2: utro frasco, de Acetile. El 3: 10 comprimidos de Phanodorme. El 4: un frasco y medio de Veriane, medio de Neurinase. El 5, dos frascos de Veronidin….
Y así sigue. El 11, 34 comprimidos de una vez, todos de Rutonal. El 13, hace su última anotación: Sonéryl. Los cuarentaytantos comprimidos pudieron con él, que por lo que sabemos, hubiese continuado viviendo y probando combinaciones de pastillas, jarabes y vocablos con la misma “euphorie extra” que tanto gusto le daba.
(saco estos datos de un trabajo de Leonardo Sciacia, "Autos relativos a la muerte de Raymond Roussel", incluido en "En tierra de infieles", editado por Bruguera en Libro Amigo en aquellos años en que Libro Amigo y Bruguera eran lo que eran. A buscarlo en la Cuesta Moyano, señores: ¡Es Sciacia!)
Así que, Amiguitos: los experimentos, con gaseosa, tanto con barbitúricos como con calembures! unos y otros puede que nos trasladen a lugares... cómo decirlo...
Ya he ido colgando imágenes de Salvador Dalí, de Giorgio di Chirico, de Rene Magritte, y citas de André Breton y de Luis Aragon. Aquella estirpe, surgida de pronto, reveló por su nacimiento una legión de antepasados a los que no se habían encontrado nexos comunes.
Leerse la Antología del humor Negro de André Breton ( en Anagrama, más accesible y barata y no menos interesante ni divertida que la Historia de los Heterodoxos Españoles del anómalo cronopio Menendez Pelayo) suplirá cualquier enumeración de esos antepasados. Voy a amontonar algunos nombres: Jean Potocki, Barón de la Motte Fouque, William Beckford de Fonthill, S.T.Coleridge, Isidore Ducasse, Jean Cazotte, Petrus Borel, E.A.Poe, gentes poseidas. Gentes de aquellas que de pronto caen en un pozo y salen diciendo “un no sé qué, que quedan balbuciendo”, y que nos ofrecen un seguro tobogán por el que deslizarnos hasta el vasto mundo de lo soñado.
No encuentro puntos literarios comunes entre ellos, más allá de la irrupción de lo extraño en sus escritos. Solo que es un Extraño que hace que todo, de pronto, encaje, que sugiera, que nos contagie.
Raymond Roussel es , que yo sepa, un caso único. Hizo lo que los Conductores Suicidas de las autopistas: apretó el acelerador “contra” la corriente de coches. ¿Cómo? Se propuso un Sistema. Consistente en “yuxtaponer dos palabras fonéticamente semejantes, añadir especularmente algunas más y obtener así una frase… ¿carente de todo sentido? ¿llena de dobles sentidos?... En todo caso, una vez obtenida la frase, se trataba de ilustrarla mediante sucesivos cuadros tirando a inmóviles (como en el sueño de Maxen).
Todo juego fonético era bienvenido. Así, su obra Impressions en Afrique, (impresiones en África), es un juego de palabras con “Impresión a fric”, que podria traducirse como “impreso a mi costa”, que era la forma real como el rico Roussel lograba que se imprimiesen sus obras: corriendo él con los gastos. “Pillard”, bergante y “billard”, billar, se asemejan… y no tienen nada que ver entre sí… ¡qué ocasión, se decía Raymond, para intentar un relato que comience por la una y termine con la otra!.
Pero abramos al azar las Impresiones en Africa, traducidas , y muy bien, por Estela Canto para las Ediciones de la flor:
“uno a uno, todos los hilos sonoros, probados aisladamente por el ir y venir de la ramita, dieron dos sonidos simultáneos de amplitud parecida. Juntos o disonantes, los intervalos diferían todos, dando a la experiencia una divertida variedad.
El adolescente, dejando el arpa y el arco, tomó las dos piedras oscuras y las golpeó violentamente una contra la otra sobre la espesa candela colocada en un ángulo del lecho; un grupo de chispas, brotadas al primer golpe, cayeron en parte sobre la mecha, muy combustible, que llameó enseguida.
Cargada de una brusca rareza, revelada por la cercana iluminación de la tranquila y recta llama, la sustancia misma de la candela pareció ser la pulpa porosa y apetitosa de algún fruto de delicadas nervaduras.
Pronto la atmósfera fue sacudida por un formidable crepitar, surgido de la candela que, al consumirse, imitaba el sonido del trueno.
Un corto silencio separó el primer trueno de otro ruido todavía más violento, seguido por algunos rugidos sordos, que señalaron un periodo de apaciguamiento”
Preciso. Trasparente. Indescifrable. Capaz de suscitar evocaciones. Ese es el estilo.
“A eso de las cuatro, aquel 25 de Junio, todo parecía listo para la coronación de Talú VII, Emperador de Ponukelé, Rey de Drelchkaff.”
Esa es la frase que abre el libro. Y allá por la penúltima página 294, nos dice:
“En cuanto a la urraca, desempeñaba ahora su papel con infalible seguridad, y el emperador sólo tenía que elegir el momento para probarla. El mismo ilota había de ser movido por el pájaro sobre los dos rieles que Norbert acababa de fabricar con una cantidad de bofe solicitado al camarero”
Pero R.R. nunca intentó escribir sueños. El, como Poe, creía haber hallado un sistema de creación exclusivamente racional, ajeno al error subjetivo; era un abstracto, no, un presurrealista, no, un ser bizarro que juntaba objetos y requería nuestra atención a su discurso. Y nosotros miramos sus objetos y caemos hipnotizados, y no le hacemos ni pizca de caso a lo que nos cuenta, absortos en rosarios de recuerdos que nos conducen en derechura hasta la más innominado de nuestro corazón. Tal y como si fuesen sueños…
Pero este campeón, este artista único en el arte de contar sus sueños, no contaba sus sueños, no. No soñaba. Se drogaba para dormir, para no soñar. Y se tomaba en serio estos asuntos. He aquí, según la instrucción de su deceso cuanto:
“El papel adjuntado a los autos empieza el domingo 10 de Junio. Esa tarde, a las seis, Roussel tomó 6 comprimidos de Phanordome e igual cantidad a la una y media de la noche. El día 26 empezó a las 5 ½ de la tarde con 8 de Hipaléne; tomó otros 2 y luego otros 4 a las 9 ½; otros 30 en total durante la noche. El día 27: un frasco y medio de Veriane. El 28: a la 16.30, tres comprimidos de Rutonal, otros 3 a las 18 y otros 12 durante la noche., con el resultado de tres horas de sueño. El 29, Sonéryl: 4, a las diecisiete, 4 a las dieciocho y treinta, sueño a las veintidós. Durante la noche, otros 13. Tras un sueño de doce horas y cuarto, “euphorie extra” durante 24 horas. El 30: Smnothryl, 19 píldoras, sin euforia pero con seis horas de sueño. El 1 de Julio, un frasco de Neurinasse. El 2: utro frasco, de Acetile. El 3: 10 comprimidos de Phanodorme. El 4: un frasco y medio de Veriane, medio de Neurinase. El 5, dos frascos de Veronidin….
Y así sigue. El 11, 34 comprimidos de una vez, todos de Rutonal. El 13, hace su última anotación: Sonéryl. Los cuarentaytantos comprimidos pudieron con él, que por lo que sabemos, hubiese continuado viviendo y probando combinaciones de pastillas, jarabes y vocablos con la misma “euphorie extra” que tanto gusto le daba.
(saco estos datos de un trabajo de Leonardo Sciacia, "Autos relativos a la muerte de Raymond Roussel", incluido en "En tierra de infieles", editado por Bruguera en Libro Amigo en aquellos años en que Libro Amigo y Bruguera eran lo que eran. A buscarlo en la Cuesta Moyano, señores: ¡Es Sciacia!)
Así que, Amiguitos: los experimentos, con gaseosa, tanto con barbitúricos como con calembures! unos y otros puede que nos trasladen a lugares... cómo decirlo...
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