Vio en la distancia lo que le pareció ser una gran crátera (cuenco para mezclas) con corrientes de agua que entraban a raudales en él, una más blanca que la espuma del mar o la nieve, otra como el violeta del arco iris, y otras de colores diferentes, cada una de las cuales tenía un brillo propio que se percibía desde lejos.
Al aproximarse, la crátera resultó ser un abismo profundo en el ambiente, y a medida que los colores se desvanecían, el brillo, salvo para la corriente blanca, desaparecía. Percibió tres daimones sentados juntos formando un triángulo, combinando las corrientes en ciertas proporciones (...)
“Esto (dice el alma guía) es un oráculo compartido por la noche y la Luna; no tiene salida en ningún lugar de la tierra ni un sitio fijo, sino que anda errante por todas partes a través de la humanidad en sueños y visiones; pues ésta es la fuente de la que derivan los sueños y diseminan lo sencillo y verdadero, mezclado, como ves, con lo lleno de color y lo engañoso.
243 PLUTARCO, De invidia et odio 566 B-C. Cox Miller, pg. 80.
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