-”muchas veces he querido quitarme la vida. Le pagas cuatro sellos al encargado de la comida y este te proporciona una bolsa de plástico con la que hacerte una soga para ahorcarte”...
Lo preparé todo y decidí acostarme un poquito antes de matarme.
Entonces soñé que era de nuevo un niñito feliz. Caminaba por mi isla de Puerto Rico, cinco minutos rumbo Sur, y allí estaba la playa más bonita del mundo. Soñaba que nadaba: el agua, tibia; el cielo, azul. Cuatro delfines nadaban a mi alrededor, y en la orilla una señora muy alegre me saludaba: mi querida madre.
Y ahí desperté. Mi camastro olía a marisco, a playa. “¡Yo no quiero morir!”, grité, y tiré la soga al váter.
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