domingo, agosto 31, 2008

LA TANDA 4: un sueño.

Pedí un sueño y tuve un sueño.

Primero, diré en qué circunstancias: Me encontraba en una crisis muy honda. Necesitaba una vía para encontrar soluciones, y me volví hacia mi padre, y le pedí, o le propuse, que nos fuésemos andando hasta Santiago de Compostela,
y me dijo que sí. Y así echamos a andar, en julio de 1986.
Él siempre ha sido un andarín excepcional, pero yo, no; cuatro días más tarde, yo no podía ni con mi alma. Una rodilla me dolía incesantemente, y de pronto me ví sin fuerzas, ni paciencia, ni actitud, ni ganas para seguir el ritmo despreocupado e imparable de mi padre, y decidí que me era imposible seguir. Pero ... lo que en realidad me jugaba era demasiado importante. No era cuestión de triunfar o rendirme, sino de una oportunidad, - y yo creía que tal vez fuese la última- de entenderme con él tal y como yo necesitaba con desesperación.


Estábamos en las montañas entre Burgos y La Rioja, y al irnos a dormir, pedí un sueño.
¿A quién se lo pedí¿ ¿A la Maddonina? ¿A quién pide un joven agnóstico de 33 años que un sueño le sea enviado?


El caso es que fuí escuchado.
Soñé con cierto paseo de grandes árboles de mi pueblo. Me ví en lo más alto del más alto de los árboles, y desde allí, como si aquello fuese una montaña rusa, me sentí descendiendo hacia el suelo, en espiral, acelerando más y más hasta adquirir una velocidad brutal; y vi que aquella carrera terminaba contra el tronco formidable de un árbol vecino; y que allí me iba a empotrar de inmediato; pero de pronto el descenso se frenaba progresivamente, sin brusquedad y finalmente se detenía suavemente cuando me encontraba a medio metro de estrellarme.


Al despertar reecordaba perfectamente el sueño y sentía el ánimo ligero y una serena seguridad en que todo iba a salir bien. El dolor de rodilla había desaparecido y no volvió a aparecer en todo el trayecto. Veinte días más tarde, con todos los objetivos cumplidos, llegamos al Campus Stellae.

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