miércoles, diciembre 03, 2008

A veces se lo llama "El Tiempo del Sueño".


Leído en “Los trazos de la canción”, de Bruce Chatwin, Muchnik editores, S.A.


Pasé la mayor parte del día leyendo “Songs of Central Australia”, de Strehlow.
Era un libro patoso, discursivo e increiblemente largo, y Strehlow, desde todo punto de vista,
era asimismo un tío patoso... un autodidacta que anhelaba, simultáneamente
la soledad y el reconocimiento público.

Su primer libro, “Aranda Traditions”, postuló que el intelecto del “nativo” no era en modo alguno inferior al del hombre moderno. Luego, en las postrimerías de su edad intermedia, Strehlow lo apostó todo a una gran idea. Quiso demostrar que todos los aspectos de la canción aborigen australiana tenían su gemelo en hebreo, griego antiguo, escandinavo antiguo o inglés antiguo: las literaturas que reconocemos como propias.
Después de captar el vínculo entre la canción y la tierra, quiso llegar a las raices de la canción propiamente dicha: descubrir en la canción una clave que permitiera desentrañar el misterio de la condición humana. Era una empresa imposible. Nadie le agradeció sus desvelos.

Alguna vez, Strehlow comparó el estudio de los mitos aborígenes con el hecho de entrar en un “laberinto de incontables corredores y pasajes”, todos los cuales estaban misteriosamente interconectados mediante un sistema que desconcertaba por su complejidad.
"Lo que hace que la canción aborigen sea tan difícil de valorar es la acumulación interminable de detalles. A pesar de lo cual, incluso el lector superficial puede tener el vislumbre de un universo mral -tan moral como el Nuevo Testamento- donde las estructuras de parentesco abarcan a todos los hombres vivos, a todas las hermanas criaturas y a los ríos, las rocas y los árboles".

Al leer los “Songs”, tuve la impresión de hallarme ante la obra de un hombre que había entrado en aquel mundo secreto por la puerta trasera; que había tenido la visión de una composición mental capaz de dejar reducidos los logros materiales del hombre a la categoría de un montón
de basura... y que, quién sabe por qué, eludía toda posibilidad de descripción.

Estoy convencido de que fué un pensador muy original. Sus libros son formidables y solitarios."

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