"Dulce dueño mio, si se lo permites a tu esclava, iré a mi cuarto
a buscar un frasco de esencia de trementina,
que uso habitualmente cuando la jaqueca invade mis sienes
después de regresar del teatro,
o cuando la lectura de un relato emocionante,
consignado en los anales británicos de la historia caballeresca de nuestros antepasados,
arroja mi pensamiento soñador en las turberas del adormecimiento».
!
...que los ojos de un hijo
se apartan respetuosamente
de la augusta contemplación
del rostro materno...
(Los cantos de Maldoror, Isidore Ducasse).
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