Sueño que me voy de viaje hasta Siberia (!!!), a un Instituto de Minería. Voy acompañado de un varón, poco definido... . Pernoctamos, y de madrugada echamos a andar, a visitar la zona de exploración.
Nos acompaña y dirige un ingeniero solícito y experto. Andamos por senderos de monte, por caminos embarrados, tomando algunas muestras geológicas, varias de ellas de carbón; yo sigo bien las explicaciones que nos dan y eso me agrada. En un momento, llegamos a cierto punto interesante, como un área de contacto entre facies distintas, cosa que el guía nos explica. Yo agarro una piedra que me llama la atención. Tiene alguna huella fósil, bueno, más que alguna huella, está cubierto -este proceso sucesivo es así: poco, bastante, excepcionalmente de fósiles, de fósiles notables.
“Son nummulos”, dice el ingeniero, quien empieza a apreciar aquella piedra que en principio había pasado por alto. “Eoceno”, digo como para mí, “Eoceno, dice el experto, para mi gran satisfacción.
Me gustaría llevarme la piedra, porque es preciosa, pero... seguramente pertenezca a la ciencia... La dejo allí y, con mis compañeros, doy la media vuelta.
¿Ya se ha acabado la excursión? Bueno, pues volvamos... Advierto frescor y humedad en las piernas, y noto que estoy desnudo de cintura para abajo. ¿Y esto? Me pregunto “Ah, es que al salir tan temprano, me he limitado a echarme un albornoz encima, porque... calzoncillo sí que llevaré, ¿no? Sí, sí que llevo uno, bien que precario...”
Nos acompaña y dirige un ingeniero solícito y experto. Andamos por senderos de monte, por caminos embarrados, tomando algunas muestras geológicas, varias de ellas de carbón; yo sigo bien las explicaciones que nos dan y eso me agrada. En un momento, llegamos a cierto punto interesante, como un área de contacto entre facies distintas, cosa que el guía nos explica. Yo agarro una piedra que me llama la atención. Tiene alguna huella fósil, bueno, más que alguna huella, está cubierto -este proceso sucesivo es así: poco, bastante, excepcionalmente de fósiles, de fósiles notables.
“Son nummulos”, dice el ingeniero, quien empieza a apreciar aquella piedra que en principio había pasado por alto. “Eoceno”, digo como para mí, “Eoceno, dice el experto, para mi gran satisfacción.
Me gustaría llevarme la piedra, porque es preciosa, pero... seguramente pertenezca a la ciencia... La dejo allí y, con mis compañeros, doy la media vuelta.
¿Ya se ha acabado la excursión? Bueno, pues volvamos... Advierto frescor y humedad en las piernas, y noto que estoy desnudo de cintura para abajo. ¿Y esto? Me pregunto “Ah, es que al salir tan temprano, me he limitado a echarme un albornoz encima, porque... calzoncillo sí que llevaré, ¿no? Sí, sí que llevo uno, bien que precario...”
De vuelta al Instituto, desembocamos en el mismo pasillo de donde partimos.
“Pero, - me digo-, ¿donde se han metido esos dos, que me quiero ir a cambiar de ropa?
Vaya, han debido de meterse en alguna de las puertas. En esa, no, que es una clase, a ver en aquella..., tampoco, porque se escuchan voces pero desconocidas... Será al lado contrario, seguro. Pero al girarme el propio pasillo es ahora una clase, donde están sentados una veintena de jóvenes estudiantes. Me pongo a preparar, contento de verles, un discursito por si , como visitante, hubiese de dirigirme a ellos. “Yo en su día, estudié geología, qué gran ciencia, que...” Pero todo cuanto pienso me sabe... me sabe a pienso, me sabe a nada: tópicos, lugares comunes, mejor dejarlo...
Ahora estoy en el paseo de Los Llanos, y el día es precioso. Surcan por el cielo cigüeñas, pero también aves que no reconozco, extrañas y magníficas. Ante mí se muestra, como mil veces antes que hoy, el Zoo Extraño y Bello. Hay grandes pavos reales del más azabache color negro. Una gallina que tiene aferrada una liebre no puede seguir volando con tanto peso y aterriza frente a nosotros; la gallina quiere montar al conejo, y en el restriegue de la refriega ambos devienen en una especie de gatos. Se planta ante mí un gato con una herida en la cara.
...Y un trabajo grupal, cuya organizadora, que ya me venía preocupando, ha entrado en el "síntoma de dos noches sucesivas sin dormir".
...Ventiladores, sonidos, camas, mariposas...
Y ahora, asocia esas imágenes con tu vida actual, aprendiz de estudiante!"
"Voy a Siberia... y he situado en Siberia tu existencia y tu sede, Tatana.
Ir a por piedras es para mí un plan magnífico, de lo mejor, y encontrar fósiles, señal de satisfacción. El carbón que encuentro lo no,mbrá ayer: el color de la gabardina de un amigo,
al que pedantemente llamé "antracita". Cuando digo "Eoceno" y el otro lo repite, me siento orgulloso, se me hincha el ego, me veo listo y culto, y además - lo más importante-, me veo acertado -y debajo, muy al fondo, sé que he acertado por casualidad-.
Verme medio desnudo ante una asamblea de notables es en mis sueños una imagen recurrente. Verme aprobado por otra asamblea de notables, también...
Así que vuelvo y ahí estoy: de un lado con el culo al aire y de otro encantado con poder soltar mi rollo ante auditorios nuevos...; de un lado, bien tratado y acompañado; del otro, solo y azorado. Y, como me enseñaron a decir, "así es mi vida".
"Así" denota que mi vida suele ser precisamente así: que me voy muy frecuentemente a un puentecito que une, de una punta, una seguridad orgullosa nunca del todo asentada; y de la otra, una inseguridad insaciable nunca del todo calmada. El problema es el siguiente: mientras me balanceo interminablemente en esta pasarela, dejo de habitar el resto de mis vivencias. Ternura, prisa, competición, contemplación, mis hermanos, mis necesidades ... qué sé yo... todo lo demás se queda sin regar.
Eso me importa, Tatana, en este apresurado análisis. No "lo que hay en el sueño", sino "lo que no hay en el sueño", no lo que hay en mi vida, por muy reiterativo que sea, sino lo que falta en mi vida.
"Ahora sigue con el jardín donde fornican gallinas y conejos"
No, no me apetece. Pero ahora que lo dices, aquí en Siberia, ¿tiene el órgano viril el mote de "polla" y la vulva femenina el de "conejo? ¿No? Entonces me será difícil explicarte el chiste...
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