Cierta noche de otoño, encontrándome en la fonda de un pueblo remoto
de Fuerteventura, soñé que era yo uno de los tres reyes magos.
Íbamos viajando, a ratos en camello y a ratos en autobús, y a nuestro alrededor se amontonaban los pedigüeños, solicitando -por gestos, con tediosas
letanías o a grito pelado- favores y bienes de todos los estilos.
Yo, cosa que me pedían, cosa que daba.
En un momento, era tal la multitud que llenaba nuestro autobús que me sentí como reseco; y en voz baja, que pereciera que me avergonzara, pedí un poco
de agua.
La mara aquella, unánime, se horrorizó, y dando gritos de "¡Vaya egoista!, ¡Qué rey mago de la fusié!", y llevándose consigo a mis dos compañeros coronados, con pajes y autobusero incluidos, me dejaron allí abandonado.
De mi corazón destrozado, brotó, sentida y honda,
la copla de la jota de mi tierra:
"¡Pa una vez que te pido
que me peines, Juana,
me tiras el peine
por la ventana!"
Gaspar Melchor de Jovellanos: "De viaje diaquí pallí". Edit. el Curdín, Morentin, 2006.
2 comentarios:
Si al compás del
canto
el pájaro leve
brinca entre
amapolas
dejadlo estar!
Es fugitivo de su
sombra.
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...porque "el silencio es tan infinito, tan espantoso y grande como un grito." Pablo de Rokha
Impactante!
¡que viva chile!
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