Tatana Sueñova, bruja siberiana,
legión de mujeres en una mujer,
montada en su reno, vestida de foca,
alzó su tambor con la mano diestra
y empuñando un palo con el pié siniestro
dió paso al batir, al golpe y al frote,
y al repiqueteo, y a los estribillos
y así fué lanzando por la taiga helada
su queja viejísima, casi Neandertal:
"Cada vez que intento mirar hacia abajo
y entrar en el reino de lo no expresado
el sonido inmenso, callado, abstraído
de mis pensamientos acalla al silencio"Trombas otoñales horadan cañones
por donde los ríos se parten el pecho,
y la vieja bruja, mirando al oeste
recomienza el canto:
"Una sola vida viven los mosquitos:
los renos dos vidas, tres el alcatraz,
y el viento que sopla entre tantas vidas,
¿cuantas vidas tiene?"
Vuelve su mirada, letal y medrosa
al acantilado que la desafía
y rompe en sollozos, centuplica el ritmo
del repiqueteo del Totem-Tambor
y sin restricciones se abandona al llanto
fogosa, inspirada, y lanza su jota:
"Muchas olas tiene el mar
mi corazón, muchos pulsos
A la noche sigue el día,
y yo sigo tan tranquila
esperando que las nubes
pasen sobre mí flotando"
Toma entonces su maleta Samsonite
-que un forastero le quiso regalar-,
el maletín con las setas, el cortauñas,
quince o veinte camisetas de repuesto,
la venerada imagen de San Tirso,
el Bilbobus, las llaves, la bufanda
y volviéndose al este echó un fandango:
"A esa liebre, no tirarle;
respetad mi corazón,
que a fuerza de abrir las alas
ha enfermado de tortícolis!
Siberia, tierra querida,
quiero pedirte permiso
para irme de viaje a Europa
y reavivar mis sueños,
que vienen siendo monótonos
esta última temporada.
¡Bendición, ríos febriles,
suelo escarchado y lodoso,
árboles dueños de todo,
musgos y líquenes pardos,
wendigo de pies de brasa,
calaveras olvidadas,
valientes antepasados ,
¡Estad aquí a mi regreso,
que perdernos entre sueños
es inherente a lo humano!"
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