Sucede que allí buscaron una para mí, la descubrieron y la tallaron, la levantaban en los dedos todos los poetas para ofrecérmela, y,
ya en lo alto de las manos de todos los poetas reunidos, mí esmeralda ascendió, piedra celestial, hasta evadirse en el aire, en medio de una tormenta que nos sacudió de miedo. En aquel país las mariposas, especialmente las de la provincia de Muzo, brillan con fulgor indescriptible y en aquella ocasión, después de la ascensión de la esmeralda y desaparecida la tormenta, el espació se pobló de mariposas temblorosamente azules que oscurecieron el sol envolviéndolo en un gran ramaje, como si hubiera crecido de pronto en medio de nosotros, atónitos poetas, un gran árbol azul.
Pablo Neruda: Las piedras del cielo
(con una licencia poética...)
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