miércoles, diciembre 01, 2010

al tajo!

*.- ¿Trabajamos, colegial?
..- ¡Trabajemos, andereño!

* Cuéntame el último sueño que recuerdes
..- El de esta noche pasada, te voy a contar:


De vuelta a casa. Hemos pasado la noche en un hostal, y hay que ir volviendo. Siguiendo nuestro plan, madrugamos los dos, nos montamos en el coche y en la bici y salimos, todavía de noche, por la carretera fresca y solitaria.
Tras una revuelta de lo más larga, volvemos al mismísimo punto de partida. Entramos en la recepción y encontramos a los amigos preparándose a su vez para partir.

Tras el mostrador, el propietario está abrumado. De noche ha habido incidentes en la discoteca.
 Se queja de que su socio, un notorio político franquista, le crea dificultades sin cuento. Pienso en si mi padre podría ayudarle...

Atravesando el hall, se llega al jardín trasero, que se abre sobre un acantilado frente al mar. La mañana está preciosa, y el jardín, relumbra, en cada insecto, en cada piedra. Un árbol, de pronto, ante mí, estalla en una súbita germinación. Cientos de vesículas traslúcidas, doradas, son expulsadas con un ruido de petardos, y en un minuto, el árbol las ha arrojado todas al aire, creando un burbujeo de champán y verdor. Apenas ha sido un instante en la vida del árbol, un acto preprogramado, repetido año tras año,`pero también ha sido algo magnífico, en su pequeñez.

Los preparativos del viaje, los pequeños incidentes, han ido retrasando la hora de la partida, y ya está la tarde mediada. Un grupo de vecinos de la localidad -san Vicente de la Sonsierra, por más señas-,
planean reflotar la "boite" del hostal y dotarla de nuevas actividades. Yo, entretanto,  muestro a algunos de los amigos cómo, si se saltan un primer cruce, entrarán en el mismo largo bucle que nosotros dos hemos  recorrido por la mañana.

Pasa el tiempo, y llega el viento: Un viento muy fuerte. Muy fuerte, que afecta al malecón y la playa que separan el hostal del parking. Grandes bloques de cemento y de piedra se cuartean, y son desplazados por las fuertes olas. Yo tomo en brazos a mi hija Nerea, -que aparece como una niñita-
y cruzo la pedrera, con seguridad y facilidad; tanto que me descuido jugando, hasta que caigo en la cuenta de que estamos sobre rocas en equilibrio precario, y que hay que salir a tierra firme, cosa que hacemos...


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