miércoles, diciembre 22, 2010

Sueños en el Gesar

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Tondong, el tulku de Tandrim, residía entonces en el pais de Ling, siendo uno de sus jefes. Una noche tuvo un extraño sueño, que le causó tal impresión que, al amanecer, envió a sus sirvientes al Rey y a los guerreros que se alojaban en las tiendas cercanas, para pedirles que acudieran y escuchasen su relato, con el objeto de descubrir si presagiaba un acontecimiento importante para su tribu.
Cuando se hubieron reunido, Tondong les ofreció té e hizo que les sirviesen unos platos con tsampa y mantequilla. A continuación, cuando todos los huéspedes terminaron un , les contó su sueño:

"He visto como la hierba del paso de Toyang Shanchema era llevada por el viento, -dijo-, y cómo llegaba y caía sobre Ling. Aquí enraizaba y cada brizna se convertía en una joya. Emtre las piedras preciosas había una desconocida de color cerveza; la tomé y la coloqué en un trono. Tal vez algún poderoso jefe o un lama santo va a llegar entre nosotros para el bien de nuestro pais. Singlen, hermano mío, haz una mo".

El rey Singlen envióó a uno de sus criados a su tienda a que trajese un libro de adivinación. El hombre volvió rápidamente, trayendo consigo el libro y una bolsita que contenía dos dados.
En primer lugar Singlen invocó a las Tres Joyas -Buda, Dharma y Shanga-, después arrojó los dados y a continuación consultó en el libro de adivinación el pasaje correspondiente al número indicado por los dados.
Quienes le rodeaban, permanecieron silenciosos y atentos durante estas operaciones, siguiendo todos sus movimientos con interés. Al final el rey declaró:

"No es un lama ni un Jefe el que viene entre nosotros, sino una niña que desciende por el paso, seguida por una yegua, una vaca, una oveja, una cabra y una gacela sin ninguna utilidad. Llegará aquí hoy".

Los hombres se empezaron a reir, pero Todong no pudo ocultar su decepción. El sueño premonitorio del que estaba tan orgulloso no se refería a ningún suceso maravilloso en el que él podría desempeñar un papel importante. Le disgustaba tener que admitirlo.

"Yo no creo que las joyas que vi puedan referirse a una niña y unos pocos animales..."
(p. 93)

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