Mary Ann Matoon nos cuenta en la página 126 de su libro “El análisis Junguiano de los sueños” (Edit. Paidós) el siguiente “sucedido”.
Carl Gustav tenía la clara impresión de que una paciente suya “alentaba fantasías eróticas respecto a él”; la mujer, por su parte, negaba tal cosa. “Naturalmente le traicionaban sus sueños- sigue Jung- en los cuales, sin embargo, mi persona siempre estaba oculta bajo otra figura, a menudo algo difícil de discernir. Una extensa serie de sueños de este tipo finalmente me impulsó a decirle: “así que, ya lo ve, siempre ocurre así, la persona con quien en realidad sueña es reemplazada y se enmascara tras ora en el sueño manifiesto”.
Carl Gustav tenía la clara impresión de que una paciente suya “alentaba fantasías eróticas respecto a él”; la mujer, por su parte, negaba tal cosa. “Naturalmente le traicionaban sus sueños- sigue Jung- en los cuales, sin embargo, mi persona siempre estaba oculta bajo otra figura, a menudo algo difícil de discernir. Una extensa serie de sueños de este tipo finalmente me impulsó a decirle: “así que, ya lo ve, siempre ocurre así, la persona con quien en realidad sueña es reemplazada y se enmascara tras ora en el sueño manifiesto”.
Hasta entonces –sigue – la mujer había negado obstinadamente ese mecanismo. Pero esa vez ya no pudo evadirlo y tuvo que admitir mi regla operativa, aunque solo fuera para hacerme una jugarreta. Al día siguiente me vino con un sueño en el cual ella y yo aparecíamos en una situación manifiestamente lasciva.
Por supuesto, me mostré perplejo y pensé en mi regla. La primera asociación que ella hizo con respecto a ese sueño fue una pregunta maliciosa: “¿No es cierto que la persona con la cual uno realmente sueña es reemplazada por otra en el sueño manifiesto?”
Evidentemente, había aprovechado su experiencia para hallar una fórmula protectora mediante la cual pudiera expresar abiertamente sus fantasías de manera bien inocente”.
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