En medio de un sueño, el Padre de los indios Uitotos vislumbró una neblina fulgurante.
En aquellos vapores palpitaban musgos y líquenes y resonaban silbidos de vientos, pájaros y serpientes.
El Padre pudo atrapar la neblina y la retuvo con el hilo de su aliento. La sacó del sueño y la mezcló con la tierra.
Escupió varias veces sobre la tierra neblinosa. En el torbellino de espuma se alzó la selva, desplegaron los árboles sus copas enormes y brotaron las frutas y las flores.
Cobraron cuerpo y voz, en la tierra empapada, el grillo, el mono,
el tapir, el tatú, el ciervo, el jaguar y el oso hormiguero.
Surgieron en el aire el águila real, el guacamayo,
el buitre, el colibrí, la garza blanca, el pato,
el murciélago…
(Memorias del fuego; Eduardo Galeano. Edit. S XXI. )
(Memorias del fuego; Eduardo Galeano. Edit. S XXI. )
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