lunes, noviembre 10, 2008

La Rueda del Mundo: Nataraj baila así.

E$stoy sorprendido por la irrupción de Rumí en los comentarios a la entrada anterior (para ver, pulsar sobre el título "Dos Preguntas": aparecen a pié de página). Rumí fué, por muchos años, mi guía en los asuntos del Amor: "No conozco otro amor que no sea el de Rumí", llegué a escribir: de puro joven, ingenuo e inflamado, digo yo...) No le invité a este Blog por no ver cómo asociarle con los sueños, y hete aquí que aparece, y revestido de humor. Vaya sorpresa.

Y voy a Zaragoza, a trabajar para el entrañable grupo de Formación, invitado por Carlos Cervera. (Carlos estudia los sueños. Quiero decir que, de verdad, estudia el mundo de los sueños. Por muy marginal que sea la última curiosidad que yo encuentro de este asunto, Carlos lo había explorado. Gracias a él he conseguido bibliografía y fotocopias de textos que, de otra manera, seguiría ignorando del todo.). Carlos me prestó su casa, y allí me anduve rebuscando en su biblioteca con qué cloroformizarme y encontré el "Medianoche en Serampor", de Mircea Eliade, en Anagrama: -agotado, inencontrable, pequeñito, fascinante-. Son dos cuentos; recordaba a la perfección el primero (protagonizado, en la India erudita y practicante, por un joven estudiante del hinduismo que quiere acercarse a los conocimientos del Tantra) ;y nada el segundo, con lo que a por éste que me fuí.

En la página 100, el mismo protagonista, ya mayor, encuentra entre los manuscritos de una biblioteca en Bucarest la teoría y técnica de los Sueños Lúcidos, del trasladar la plena conciencia tanto a lo vigil como a lo onírico. (¡Mira tú qué claro -me dije-, y qué hodamente expuesto; y escrito cuarenta años antes que Castaneda, cincuenta antes de Jodorowsky y 60 antes del desmbarco del Super-Sueño-Lúcido en los estantes del Supermercado Espiritual Global -al lado justo de la sección "Mandalas y Chakras-").

Vuelto a casa, el sabor del "Serampor" me hizo echar mano a "Los Mitos y símbolos de la India", de Heinrich Zimmer -gloria bendita de la buena, editado en Siruela-. Y ya le iba a pedir que me contara otra vez las historias de "La Doncella más Hermosa de las Tres Ciudades", de Rahu, el Rostro de Gloria, de Narada y de Markandeya, cuando, como suelo, abrí el libro por el final.
Allí, una parábola judía. Zimmer (1890 - 1943) nos dice que "cuando la leí por primera vez, me di cuenta de que había estado viviendo y actuando de acuerdo con ella durante 10 años, desde que empezó a revelárseme el tesoro milenario y espiritual de los mitos y los símbolos hindúes a través de mis estudiosde los sagrados mandala indios, juntamente con mi investigación sobre los Tantra y los Purana".

El cuento es este
parábola judía
Se trata de una anécdota que se cuenta del rabí Eisik, hijo del rabí Jekel, que vivía en el ghetto de Cracovia, capital de Polonia. Había permanecido firme en su fe a lo largo de los años de aflicción, y era un piadoso siervo del Señor su Dios.
Una noche, mientras dormía, el piadoso y fiel rabí Eisik tuvo un sueño; el sueño le ordenaba que se dirigiese a Praga, la lejana capital bohemia, donde descubriría un tesoro oculto, enterrado bajo el principal puente que conducía al castillo de los reyes bohemios. El rabino se sorprendió, pero dejó el viaje para más tarde. Sin embargo, se repitió el sueño otras dos veces. Tras la tercera llamada, lió los bártulos valerosamente y se puso en camino.

Al llegar a Praga, el rabí Eisik se encontró con que había centinelas en el puente, y que lo custodiaba día y noche; así que no se atrevió a cavar. Se limitó a ir cada mañana a merodear
por el lugar hasta el anochecer, mirando el puente, observando a los centinelas y estudiando discretamente la albañilería y el suelo. Por último, el capitán de la guardia, extrañado ante la persistencia de este anciano, se acercó a él y le preguntó cortésmente si había perdido algo, o quizá esperaba la llegada de alguien.
El rabí Eisik le contó con sencillez y confianza el sueño que había tenido. El oficial se echó hacia atrás con una carcajada.-¡Mi pobre amigo!, ¿de verdad? -dijo el capitán-. ¿Y has gastado tu calzado viniendo hasta aquí por un sueño? ¿Quién en sus cabales creería en un sueño?
Pues te voy a decir una cosa: si yo creyera en los sueños, ahora mismo estaría haciendo exactamente al revés. Habría hecho la misma peregrinación que tú, sólo que en dirección contraria, aunque sin duda con el mismo resultado. Deja que te cuente mi sueño.(Era un oficial amable a pesar de sus fieros bigotes, y el rabino sintió simpatía por él).

-He soñado -dijo el oficial de la guardia, bohemio, cristiano- que una voz me hablaba de Cracovia, y me ordenaba que fuese allí y buscase un gran tesoro que había en casa de un rabino judío llamado Eisik, hijo de Jekel; que encontraría el tesoro enterrado en un sucio rincón detrás de la estufa. ¡Eisik, hijo de Jekel! -volvió a reir el capitán con los ojos chispeantes-. Imagínate: ¡ir a Cracovia... y ponerme a derribar las paredes de todas las casas del ghetto: porque la mitad de los hombres se llamarían sin duda Eisik y la otra mitad Jekel! ¡Eisik, hijo de Jekel, nada menos! -y siguió riéndose de esta broma maravillosa.

El modesto rabino escuchó con atención; luego, tras una profunda inclinación, y dar las gracias a su desconocido amigo, emprendió a toda prisa el largo regreso a su casa, cavó en el rincón abandonado de la estufa, y encontró un tesoro que puso fin a su miseria. Y con una parte del dinero, erigió una casa de oración que aún hoy lleva su nombre.

Así, pues, termina Zimmer, no está lejos el tesoro que pone fin a nuestra miseria y nuestros agobios. No hay que buscarlo en ninguna región lejana; está enterrado en nuestra propia casa, o sea, en nuestro propio ser. Se halla detrás de la estufa, detrás del centro que da calor y vida a la estructura de nuestra existencia, en lo más recóndito de nuestro corazón... con tal que podamos cavar. Pero lo cierto es que sólo después de un viaje fiel a una región distante, a un país extranjero, a una tierra extraña, se nos puede revelar el significado de la voz interior que debe guiar nuestra empresa. Y junto con este hecho persistente y singular hay otro, a saber: que quien nos revela el significado de nuestro mensaje interior ha de ser un desconocido, de otro credo y de una raza extranjera. (Lo copio/pego desde http://natrafo.blogspot.com/ , Blog sereno que incluye youtubes musicales de Javier Ruibal,
lo que ya es mucho)

Muchos conocíamos este cuento en varias versiones: Bernardo Atxaga jugó una vez a multiplicarlas y creó unas cuantas de elas; Borges la titula "Historia de dos que soñaron";
Paolo Coelho la desarrolló hasta hacerla novelita; pero sobre yo todo la conocía en la versión de Rumí. Hay allí un derviche donde aquí un rabí, e Ispahan donde aquí es Praga. Allí musulmanes donde aquí judíos. Por lo demás, es el mismo cuento.


Así que Zimmer cuenta -sin citarlo- un cuento de Rumí.

Así que sin buscarlos me han llegado repetidamente Rumí, la filosofía práctica del Yoga, la busca del conocimiento que transforma, la identidad entre judíos, cristianos y musulmanes, la providencia que cabalga en los sueños... ¿Casualidades? ¿Causalidades?


Una tercera opción: son mantras, incesantemente repetidos por la humanidad entera en cada lengua y en cada alma, tanto que aunque inaudibles al oido resultan ineludibles; lanzados al viento desde las cumbres más altas donde los viajeros depositan lajas de piedra, banderolas, restos de basura, por las laderas donde los repiten las órdenes de los pastores, hasta las ciudades, los campos y las playas, donde sus armónicos resuenan con cada parto, con cada abuso, con cada mimo, con cada cancioncilla, con cada pérdida de fé: Om Nama Shivaya, Bishmillah Ar-Rahman Ar-Rahim , Cristo ten piedad.


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