soñando, soñando,son las fiestas y las tiendas están rebosantes ¡Vaya, qué discos tan interesantes! Los dejaré aquí apoyados.
Los otros todavía no han llegado. No han podido ver la casa que nos ha tocado en suerte.
¡Vaya desastre! Ni me atrevo a cruzar los pasillos blancos y entrar; pero cuando Ana llegue fanfarronearé delante de ella, haciendo ver que me encanta la casa, y haré como que me gusta incluso su horrenda ubicación en aquel pasillo descascarillado. Pero, verdaderamente, es tan solo una caja; inacabada y sin un solo mueble (claro!); habrá que ir a por muebles...
pero, ¿adonde han ido a parar los discos? Ya no los encuentro. Cada vez hay más gente, más joven, más agobiante: me voy, me largo, cosa nada fácil, con tanto jaleo...
Quiero alejarme, irme, y cruzo la plaza tomando la vía menos frecuente, pero a la salida doy con un circo de rocas que me corta la salida; un pedrusco enorme baja rodando; aunque no he corrido verdadero peligro, está claro que por aquí no puedo salir...
Lo estoy escribiendo y mientras tanto se están haciendo accesibles a mi memoria otras casas de mis sueños; casas que se han convertido en recurrentes.
La del altísimo ático, que da a una azotea tan amplia que incluye un jardincillo, pero no tiene barandillas y termina en una caida abismal de treinta pisos;
la del quinto piso con las escaleras impracticables, destrozadas, podridas, en los altillos de un edificio de Pamplona;
el apartamento minúsculo pero preparadísimo situado en un centro comercial a veces barcelonés y otras madrileño, en la salida Norte de la ciudad en cada caso;
el igualmente destartalado, laberíntico, con una docena de habitaciones, de techos bajos, con salida a un patio interior que contiene un jardín y que compramos hace tiempo pero que, a falta de hacerlo habitable, no visitamos ni habilitamos;
el ascético y feo segundo piso de una casa en Ayegui.
No recuerdo haberlos visto simultáneamente ante mí estando despierto. Ahora puedo advertir lo que tienen en común, lo que les ha hecho acudir como las palomas cuando les echan pan; el pan ha sido esta vez el concentrarme en ese piso bklanco interminado, mal situado, absurdo, que pronto verían mis amigos que era el que yo había aceptado:
. Todos ellos son "segundas viviendas", y todos incluyen factores que nos desaniman a la hora de tomar posesión de ellos y hacerlos nuestros. Ante todos padezco vergüenza. Todos me señalan como culpable de un error garrafal: ¿Cómo he adquirido algo tan inaceptable? ¿Tan mal comerciante soy? ¿Tan mal gusto tengo? ¿Tan fácil me dejo engañar?
4 comentarios:
Creo que no debes comprar casas, tu sueño te lo dice... yo vivo de alquiler y es fantastico, siempre puedes cambiar y hacer tuyo el sitio que habitas.
Lo que importa son los CDs no la casa... el fondo no la forma. No importa donde vivas no importa que otros vean absurda tu decision, lo que sirve es que encuentres tus CDs.
Un abrazo
Tanta sensatez... me conorta. Tié usté razón: comprar casas, no; definitivamente, no.
Y los CD´s, pues sí.
Me felicito porr haber merecido el esclarecido comentario de usté. Muchas gracias.
¡El fondo y no la Forma...! ¡Pero cómo no caí antes en la cuenta!
Un abrazo
camino por tus sueños, por tus casas, por tus letras, por tu experiencia, valiéndome de todo ello, pasándolo por mi observo consecuencias en el interior para compartir.
gracias. un abrazo!
ese francis!
soy estebe me enkanta tu blog!
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