Los sueños visten emociones. Las imágenes están ahí al servicio de emociones. Las emociones son a veces muy virulentas, y a menudo, apenas perceptibles. Mi clima emocional de un día es frecuentemente algo que fluctúa dentro de parámetros acostumbrados; pero a veces es el resultante de días o meses de carga emocional intensa, y entonces el mero descanso no es suficiente como para que ese impulso desaparezca. al fin y al cabo, uno puede muy bien acostarse angustiado y despertarse angustiado.
En ocasiones, es durante el sueño cuando el peso de la carga alcanza su límite. Entonces es cuando nos despertamos sollozando, asustados, gritando, temblando. Normalmente, imágenes muy chocantes acompañan ese desvelo; no es raro que deseemos no volver a dormirnos -a todos nos ha sucedido en la niñez- para no tener que volver a la ingrata sensación que ha puesto fin brusco a nuestro dormir.
Creo en la conexión entre la forma de nuestros sueños y nuestro estado emocional, y entiendo menos que tal forma calque nuestros conflictos concretos. No veo con claridad cuando miro en los símbolos; conozco a otros que en tales berenjenales se sienten a sus anchas, y al escucharles me doy cuenta de que está tridimensionalizando el sueño con acierto y maestría. Yo por mi parte doy cuenta de la presencia de lo emocional, y por lo general ahí me detengo.
Me consuela leer en J. Allan Hobson (los 13 sueños que freud nunca tuvo), que
"según mi nueva teoría de sueños... al hacer caso omiso de ciertos errores fácticos, el cerebro soñador puede consolidar e integrar efectiva y eficientemente el contenido sobresaliente en un sentido emocional....
en mis sueños, mis motivos no están disfrazados; antes bien, son revelados por el sueño.
Para ser entendidos, lo único que exigen es una minuciosa atención, no una interpretación compleja.
Basta que ponga atención a sus sueños y se sorprenderá de su propia creatividad.
Y todo ello se debe a la claridad de su alto contenido emocional".
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