< ¿Porqué, qué tenía de especial?
*- Pues todo no había más que verlo. Mirando ante mí, una suave ladera descendente, como un prado, extendiéndose hacia la vega del río y los montes lejanos, y en ese prado, digamos que a medio kilómetro… tal vez algo más, tal vez a un kilómetro…, una mata de arbustos, como si fuesen espinos, como arbolitos de dos o res metros de altura, no más; como si fuesen los restos de un antiguo seto de separación entre dos fincas, o unos frutales, pero de los menos apreciados: nísperos, prunas, endrinos… algo así. Pues los pájaros estaban volando como encima y delante de aquel manojo de plantas. Y se veía, desde donde yo estaba, que aquellos no eran pájaros corrientes.
<- ¿Qué tenían de extraño?
* Bueno, eran grandes, perfilados,… No eran como ninguna otra ave que yo haya visto. No habría más de treinta, y podría haberse confundido con una bandada de grandes grajos, o de grandes cuervos, pero era perceptible que todos participaban de una voluntad común. Volaban todos en círculo, aquel vuelo… era un vuelo como de escuadrilla. Todos giraban al mismo tiempo, con un ritmo que no se correspondía con su mismo tamaño. No hay pájaros que necesiten volar así, tan cerradamente, parecían estar tomando fuerza centrípeta para después soltarse y centrifugarse por el cielo entero, y en tal caso, por lo menos algunos –si no todos-, se dirigirían hacia el lugar desde donde les estaba mirando.
<- Tal vez, la distancia te hizo pensar…
* No, no es eso: Aquello ocurría cuando ya en el aire empezaba a crepitar la magia. Así es como me pasa: hay indicios, hay algo en el ambiente, solo que tan leve que no se distingue con claridad de una situación “normal” (ya sabes que “lo normal”, en los sueños, tiene un campo muy muy extenso, que pueden hablar las ratas y ser todo normal). Ese proceso se acelera y los indicios se apelotonan… En esta ocasión, para comprobarlo, miré en el periódico la página de a cartelera de cine: daban, a las 6, una titulada “la prevención del SIDA en la comarca del Bajo Deva”. Y eso confirmó mi sensación: estaba en pleno prólogo de una racha de magia.
<- ¿qué hiciste?
*- pues meterme en la casa que estaba a mis espaldas y ponerme a salvo. Primero, llamé a gritos a Ana y Unai, que acababan de irse precisamente en dirección a los árboles, pero en cuanto noté que se levantaba el viento, me fui a proteger.
<- ¿Actitud cobarde?
*- Pues no tanto, no creas. Esas ráfagas tienen sus propias leyes, un poco como creo que son los tornados, que aquí lo dejan todo intacto y veinte metros más allá, te rompe el cobertizo. No tenían por qué estar en peligro; lo iban a ver venir, y con echarse al suelo les iba a ser suficiente. El sueño, al fin y al cabo, era mío, y es a mí a quien podrían pasarle cosas. Y, otra cosa: son sueños que se saldan sin víctimas. Sólo con inquietud. Antes solían incluir, como postre fijo, la erupción de un volcán, o un terremoto, pero nunca hay muertos. Sólo inquietud, susto…
<.“El terror nos abre el apetito del misterio”, que diría el tío Alfonso Gonzalez García
*- ¿¿¿???
<- ¡!! … Y, ¿tienes detectado en qué fases de tu vida están apareciendo estos sueños?
*- No. Todavía, no.
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