Una impresión: quien está construyendo este Blog se está paseando, sin rumbo fijo, sin propósito definido, por un recinto ferial.
Anda solo, y se mete por las callejuelas que dejan entre sí las barracas, los tenderetes; y lo hace anárquicamente. Así va viendo los anuncios y los títulos de lo que en unas y otros se ofrece. Se siente rico, con ese sólo poder mirar sin necesidad de decidir.
(Así cuando en su Estella miraba en los días de Diciembre los escaparates de Casa Pío, de pronto llenos de juguetes; mirar y mirar, sin necesidad siquiera de jugar al “¡me lo pido!”. Mirar con el tiempo suficiente como para que se le ocurriesen cosas, historias, desarrollos, ocurrencias, ocurrencias…)
De cuando en cuando, entra en una. Por lo general la ha escogido hace un buen rato; la ha marcado en su memoria infalible, ha seguido de largo, regodeándose de antemano en el momento en que se detendrá y, con un escalofrío en el que caben el miedo de no ser admitido, cien razones diferentes por si hubiese que darlas, el gusto de encontrar eso que él sabe que va a estar ahí y la anticipación de la emoción de alivio y del buen rato que se va a conceder.
Entra en una. Mucho tiene que sorprenderse ingratamente para que sea la última vez que lo haga… Sabe que volverá; que aquello es como uno de esos huesos enterados a los que los perros acuden según su indescifrable necesidad. Entra y se encuentra en confianza. Se encuentra como si estuviese sólo. Nadie le va a interrumpir. Entonces observa lo mostrado y disfruta.
Cuando termina y sale, lo primero que hace es decirse el día que es; y donde es que está; y se cuenta lo que ha vivido y, por un ratito, lo rumia. Después, decide por donde seguir. A menudo, lo que decide es torcer el rumbo; escoge entonces el camino menos aparente, el más trillado, o el más pobre; o, a veces, para no ceder a lo previsible, decide seguir rectilíneamente, mantener el rumbo; arriesgarse a lo ordenado, lo sucesivo, lo lógico, lo consiguiente. No tiene prisa: nadie le conoce. Y, ¡qué cáscaras!, incluso un encuentro inesperado de vez en cuando agrega dosis de realidad, cosa que suele resultar ineresante.
Así va dejando su huella, que es esta colección de decires. Los decires son a veces propios y otras ajenos: entra a menudo en los puestos de exhibición de literatura. A veces sale sonriendo; otras, con la sensación de haber parido una crítica acertada.
¿Qué pretende decir con este itinerario? Creo que quiere decir “El Mundo es Así”. “Así: Incluye un personaje sin prisas, sin objetivos, sin rumbo, que aprecia la tarea de otros; que padece miedos sin fundamento; que más respira que concluye. Esto es el Mundo, el mundo y yo es el Mundo, Tú que me miras eres el Mundo.
Nuestros esfuerzos por entender es el Mundo. Nuestras equivocaciones groseramente obvias, nuestras tentativas antropomórficas, nuestro apego por la belleza, lo monos que somos, eso es el Mundo.
Anda solo, y se mete por las callejuelas que dejan entre sí las barracas, los tenderetes; y lo hace anárquicamente. Así va viendo los anuncios y los títulos de lo que en unas y otros se ofrece. Se siente rico, con ese sólo poder mirar sin necesidad de decidir.
(Así cuando en su Estella miraba en los días de Diciembre los escaparates de Casa Pío, de pronto llenos de juguetes; mirar y mirar, sin necesidad siquiera de jugar al “¡me lo pido!”. Mirar con el tiempo suficiente como para que se le ocurriesen cosas, historias, desarrollos, ocurrencias, ocurrencias…)
De cuando en cuando, entra en una. Por lo general la ha escogido hace un buen rato; la ha marcado en su memoria infalible, ha seguido de largo, regodeándose de antemano en el momento en que se detendrá y, con un escalofrío en el que caben el miedo de no ser admitido, cien razones diferentes por si hubiese que darlas, el gusto de encontrar eso que él sabe que va a estar ahí y la anticipación de la emoción de alivio y del buen rato que se va a conceder.
Entra en una. Mucho tiene que sorprenderse ingratamente para que sea la última vez que lo haga… Sabe que volverá; que aquello es como uno de esos huesos enterados a los que los perros acuden según su indescifrable necesidad. Entra y se encuentra en confianza. Se encuentra como si estuviese sólo. Nadie le va a interrumpir. Entonces observa lo mostrado y disfruta.
Cuando termina y sale, lo primero que hace es decirse el día que es; y donde es que está; y se cuenta lo que ha vivido y, por un ratito, lo rumia. Después, decide por donde seguir. A menudo, lo que decide es torcer el rumbo; escoge entonces el camino menos aparente, el más trillado, o el más pobre; o, a veces, para no ceder a lo previsible, decide seguir rectilíneamente, mantener el rumbo; arriesgarse a lo ordenado, lo sucesivo, lo lógico, lo consiguiente. No tiene prisa: nadie le conoce. Y, ¡qué cáscaras!, incluso un encuentro inesperado de vez en cuando agrega dosis de realidad, cosa que suele resultar ineresante.
Así va dejando su huella, que es esta colección de decires. Los decires son a veces propios y otras ajenos: entra a menudo en los puestos de exhibición de literatura. A veces sale sonriendo; otras, con la sensación de haber parido una crítica acertada.
¿Qué pretende decir con este itinerario? Creo que quiere decir “El Mundo es Así”. “Así: Incluye un personaje sin prisas, sin objetivos, sin rumbo, que aprecia la tarea de otros; que padece miedos sin fundamento; que más respira que concluye. Esto es el Mundo, el mundo y yo es el Mundo, Tú que me miras eres el Mundo.
Nuestros esfuerzos por entender es el Mundo. Nuestras equivocaciones groseramente obvias, nuestras tentativas antropomórficas, nuestro apego por la belleza, lo monos que somos, eso es el Mundo.
En la entrada de la Feria, un gran cartel con letras del Gran Circo Americano: Anoche, cuando dormía…
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