"Me contaron"
Ha sido un largo itinerario por parajes de mi pueblo. La tarde es hermosa, soleada, templada.
Mi pueblo sube en escalones hacia las colinas que lo rodean; sube y baja, así que presenta cantidad de rincones bien diferenciados entre sí. En este sueño, cada acto transcuría en un escalón distinto.
Mientras iba por aquí y por allí, sin un objetivo preciso, me he ido encontrando con gente a la que conozco. Así, me encuentro con M., que está agitado, y me presenta una chica con la que está saliendo, de lo que yo me alegro, porque a veces pienso en su vida con tristeza. Empezamos a hablar, y somos interrumpidos por un aviso; tiene que salir un momento, y se va, casi corriendo; la conversación se queda a medias y ya no vuelvo a verle.
Esa es la tónica a lo largo de la tarde: encuentros tranquilos, asuntos pendienes, y todo queda sin determinar, sin resolver, pero bajo una tarde larga, sosegada, que invita a pensar que no pasa nada, que nunca nada comienza y nunca nada termina.
Hacia el final, estoy en una callejuela; cerca de una barandilla, hay varios cadáveres, en sacos de dormir, nada trágicos; sólo algo descuidados. Me encuentro con una mujer a quien no conocía de antes: acaba de intervenir en un ciclo de conferencias con tremendo éxito. Me gusta mucho su estilo, actitud, y la miro como a alguien respetable. Hablo con ella y así me entero de que vive en una isla en condiciones extremadamente pobres. Tiene dos hijos pequeños y habita una choza de madera y lata, y no tiene ingresos fijos en absoluto, nadie la llama para trabajar. No se desespera por eso; acepta con resignación ser tan conocida fuera de su isla y tan ignorada dentro, lo que le obliga a viajar a menudo para conseguir el dinero necesario, pero le crea un problema sobre cómo atender a sus pequeños.
Entonces, yo, que estoy bien rodeado, empiezo a movilizar recursos para que obtenga esas ayudas básicas que necesita. Me parece que debe ser fácil!. . A ver, fulanita está en "Hogares infantiles", menganito en el servicio social... Voy llamando, hablando, y obtengo respuestas interesadas e ineresantes, pero todo ello es, lo voy viendo, vago, difuso; no está llevando a que algo se concrete en forma de una entrevista, un contacto, una cita...
Mientras hablo, me hago cargo de uno de los cadáveres: el de una chica cuyo saco de dormir está atrapado entre la barandilla y algunos bultos. Desplazo el cuerpo, lo adecento, aliso el saco, peino un poco a la chica, tiro de los pies, lo reacomodo, cambio el ángulo, lo dejo... mis cuidados no han sido gran cosa: antes estaba así y ahora está... asá, pero sigue en la calle, tal y como estaba. Y los sucesivos contactos que muevo para mi nueva protegida, se están quedando en agua de borrajas: se va a ir, lo estoy viendo, y seguirá durante meses igual.
Es como si yo hubiese agitado un poco las manitas y nada más. Me sorprende de golpe la futilidad de todo. Todo parece inmerso en un mecanismo muy grande, y mis intentos parecen tener como tope algún supramecanismo; mi intervención es no sólo débil, difusa, sino además contingente. No es triste, no es abrumador, pero así, a la chita callando, sí que me dice algo.
¿Qué? Que "soy una chica con dos vidas, una exitosa y otra ignorada". Que necesito de una acción definida, no de vaguedades. Que también soy alguien que atraviesa mi pueblo en una tarde y que es notario del devenir de mucha gente, y nada más. Que a veces aleteo con las manitas, lo que equidista de hacer algo tajantemente y adoptar la quietud suficiente como para aprehender lo que sucede. Que estoy tranquilo, y al mismo tiempo frustrado, y resignado, y disraído y triste y preñado de la inquietud de hacer algo completo, desde el principio principio hasta el final final.
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