viernes, septiembre 18, 2009

Tate, Olga, Ana & Me


Tate, Jose Javier Platero Alda, movía los dedos de la mano como creando un saquito, y me decía: "Vale, a ver: Ya tienes las cerezas con Talcosa" (solo que no decía “Talcosa”, sino otro ingrediente de la receta que no alcanzo a recordar). Tate viene de la familia que regentó el Restaurante La Cepa, y me parece que de Tate viene el nombre de esa Tatana Sueñoff que me está acompañando en este periodo stresante postvacacional; más de él que de la genuina Tatana, que que era la hija de la familia que regentaba el restaurante Tatán. La Cepa y Tatán: las dos glorias de la gastronomía estellesa hasta los años 80.

Olga Azpilicueta, Ana Zamakona, Tate y yo disfrutábamos con ganas de la fresca de la tarde
en la terraza del Bar Navarra de Estella, un día del pasado Agosto.
Allí se hablaba de todo, y en algún momento, Tate, que gusta mucho de cocinar, me explicaba cómo cambiaba el ánimo de los comensales el simple cambio del sostén sobre el que se presentaba el plato. "Por ejemplo, yo pongo las cerezas con Talcosa. Pues si las presento, tú imagínate..." y aquí entró una ráfaga de otra conversación, y con ella nos fuimos, y terminado el asunto Tate retomó su exposición, y para volver al punto en que la había dejado, hizo aquel gesto, nombró los ingredientes... y yo me percaté de que en ese nombrar los ingredientes, él traía ante sí los sabores y las texturas de esos ingredientes. Pero yo, no. Yo podía si me esforzaba evocar una cereza, y algo de su perfume y desu textura al morderla, pero el otro ingrediente se me quedaba entonces fuera de mi alcance, y si me proponía traerlo ante mí, las cerezas cedían su lugar y se evaporaban; y en cuanto a la mezcla de ambos, algo salía, pero nada que ver con aquello que mi amigo creaba con aquellos nombres y aquel gesto suyo .
Había visto en la tele una entrevista de Punset a un norteamericano que meditaba acerca del fenómeno de la Sinestesia. La sinestesia se tiene usualmente por aquel fenómeno por el que ciertos individuos asocian espontáneamente señales sensoriales que los demás no asociamos. Alguien sinestésico, "ve" las palabras que escucha, “vé” un color asociado a cada nota musical; o un huele un olor asociado a cada número, y así sucesivamente. Alexander Scriabin, Kandisky y Oliver Messiaen son personalidades que se citan en todos los artículos sobre sinestesia, porque ellos tenían esta singularidad y la reflejaron en sus obras.

-Le he llamado por teléfono y me ha aclarado que "Talcosa" era una hoja de endivia. Una hoja de endivia, encima unas cerezas y un golpe de spray de vinagre tipo Módena. Tal era la receta. Promete, ¿no?-

Pero aquel señor de la entrevista había encuestado mucho acerca de sensaciones sinestésicas. Y se había topado con un número muy elevado de personas que suponían excepciones a la regla común. Mucha más gente de la que esperaba tenía sensaciones singulares: sentían frío o calor ante tal color o tal palabra, recordaban sabores a través del tacto... Hasta el punto que, en un momento dado, se permitió postular que ante cualquier experiencia común, hay tantas vivencias distintas como espectadores. Cada mente posee -se decía- herramientas propias mediante las que se hace una idea de la realidad externa. Dos personas diciendo "tengo calor", ¿cuanto en realidad están compartiendo, con cuanta precisión se pueden hacer a la idea de la experiencia que está viviendo el otro?


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