domingo, enero 17, 2010

Las campanas... y Rabelais, VI

En el año 1543 apareció en Paris por vez primera el "Libro Tercero de los hechos y dichos heróicos del Gran Pantagruel", doce años después del anterior volumen de la serie. En este "Tiers livre", Panurgo, amigo de Pantagruel, se pregunta si es que haría bien en casarse o si no; y ese es el núcleo del libro todo. Los dos amigos recorren el mundo consultando adivinos representantes de todas las artes adivinatorias entonces en boga, y en uno de los capítulos, prestan atención a la interpretación del futuro por los sueños.

François Rabelais viene a decir entonces lo mismito que cuatrocientos años después dejó dicho J.W.Dunne.
¡Cuanta diferencia, no obstante, en el tono. Donde Dunne ve, al mirar hacia el pasado, feos salvajes supersticiosos, Rabelais ve sabios, fundadores de la moderna cultura medieval. Y, para explicar algo en lo que tal vez no crea (porque la consulta de los sueños para el asunto propuesto por Panurgo resulta, como método de conocimiento, todo un fiasco!), se inventa un símil de andar por casa enternecedor.
Leamos y juzguemos:



"Tomemos otro método de adivinación -respondió Pantagruel-.
Un medio antiguo y verídico es por los sueños. Pues soñando bajo determinadas condiciones -descritas por Hipócrates, Platón, Plotino, Jamblico, Sinesio, Aristóteles, . Jenofonte, Galeno, Plutarco, Artemidoro Daldianende, Teócrito, Plinio, Ateneo y otros...- el alma, a menudo, prevé las cosas futuras.

No es necesario que os lo pruebe con razonamientos: Lo entendereis bien con un ejemplo corriente. Cuando veis que, estando os niños bien limpios, ahitos
y amamantados duermen profundamente, las nodrizas se van a pasear libremente, como autorizadas durante ese tiempo a hacer lo que quieran ,
pues su presencia junto a la cuna parece inútil.
Del mismo modo nuestra alma cuando el cuerpo duerme, y la digestión está totalmente acabada, al no ser ya necesaria aquí hasta el despertar, se pasea
y vuelve a ver su patria, que es el cielo.
Allí participa insignemente de su origen primero y divino, y allí, contemplando esa esfera infinita e intelectual, cuyo centro está, según Hermes Trismegisto, en cada lugar del Universo y la circunferencia en ningún lugar, y para la que todos los tiempos están presentes, anota no solo las cosas sucedidas en este mundo de abajo, sino que también las futuras; y las comunica a su cuerpo.

Cierto es que no las comunica con la misma pureza con la que las vió, obstaculizándolo la fragilidad e impureza de los sentidos corporales:
así como la Luna, al recibir su luz de los rayos del Sol, no nos la comunica tal cual, tan brillante, tan nítida, tan brillante y ardiente como la recibe.

(Tercer libro de Pantagruel, traducción y edición de Alicia Yllera, Edit. Cátedra,
col. Letras Universales, nº408)

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