-me contaron:
"...Soñé que me dirigía al trabajo: era una mañana de Otoño.
En lo alto del tramo de escaleras
por el que yo tenía que subir,
ví a un hombre.
Se apoyaba en la pared y parecía estar vomitando. También, me parecía, estaba irritado, enfadado: hacía gestos bruscos. Eso me decía yo.
Cada paso me acercaba a la base de las escaleras. No quitaba los ojos de aquel hombre:
Cada paso me acercaba a la base de las escaleras. No quitaba los ojos de aquel hombre:
suelo andar por las calles descuidado, con la mirada flotante, pero no entonces. Le miraba, y le miraba tanto que él me miró. Y nos miramos. Mi miedo aumentó.
Llegué a tres metros del primer peldaño y, actuando teatralmente, me miré el reloj y aceleré el paso hacia una rampa que me alejaba de mi rumbo, que me obligaba a un largo rodeo.
Enseguida me ví y pensé: ¿y si ese hombre hubiese estado enfermo? ¿Y si necesitase ayuda?
¿Qué hago yo escapándome? ¿Escapándome por miedo?
Ah, sí que tengo derecho a tener miedo y a esquivar un encuentro que temo desagradable.
Claro que sí.
¿Qué hago yo escapándome? ¿Escapándome por miedo?
Ah, sí que tengo derecho a tener miedo y a esquivar un encuentro que temo desagradable.
Claro que sí.
¡Yo tengo ese derecho!
.El mismo “Yo” que lee relatos de cooperantes en el Tercer Mundo, que escucha asuntos de gente sin casa y de gente que les acoge.
El mismo “Yo” que pare a diario teorías, consejos, soluciones, remedios, en los que tiene un papel protagonista.
Y mientras esto pensaba, seguía subiendo la rampa, alejándome del hombre.
Y entonces me desperté.
Y ví que no estaba durmiendo, que no estaba soñando.
Que así, así, que así era yo".
Y mientras esto pensaba, seguía subiendo la rampa, alejándome del hombre.
Y entonces me desperté.
Y ví que no estaba durmiendo, que no estaba soñando.
Que así, así, que así era yo".
(Nu descendant un escalier nº 4 : Marcel Duchamp)
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