domingo, junio 21, 2009

Un recurso para revivir momentos

Jean Cocteau, un día,

pasando por la calle donde vivían sus abuelos, decidió no echar a correr nerviosamente,
que era lo que venía haciendo siempre desde hacía muchos años.

Conscientemente se detuvo
y efectuó algunos experimentos:

se acercó al nº 45 (que era el que tantas veces visitó siendo niño, anduvo calle arriba calle abajo), y al no descubrir nada especial, decidió
recorrer la acera con los ojos cerrados,
apoyando el dedo en las paredes, como recordaba haber hecho de niño.
Y tampoco halló nada.

Todavía lo intentó una vez más.

Pensó que cuando era niño era
bastante menos alto,
y que su dedo recorría de hecho un itinerario diferente
cdos cuartas más abajo del que él,
adulto, acababa de hacer . Así que corrigió la línea imaginaria, se ágachó un poco para mejor llegar, puso su dedo al comienzo y echó a andar.



y, nos cuenta,


“gracias a una simple diferencia de nivel

y por un fenómeno semejante al roce de la aguja sobre las asperezas de

un disco de gramófono,

obtuve

la música del recuerdo

y volví a encontrarlo todo:



mi capa, el cuero de mi cartera,

el nombre del compañero que me acompañaba y de nuestros maestros,

ciertas frases exactas que yo había dicho, la cubierta jaspeada de mi cuaderno de apuntes,

el timbre de la voz de mi abuelo, el olor de su barba,

las telas de los vestidos de mi hermana y de mamá

cuando recibían

los martes.


(Opio, J. Cocteau, 1930, traducido por Mauricio Wacquez, editado en “El libro Amigo de Bruguera en 1981).

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