..." mi abuelo estaba enfermo a la edad de 30 años. Nadie pudo ayudarle porque los avances medicos no estaban disponibles para los mexicanos pobres. Sus hermanas trataron de ayudarlo, pero no tuvieron exito y sólo podían rezar.
Mientras él estaba en cama, inconciente, soñaba un lugar, un extraño e interesante lugar, algo como un bosque, donde había árboles, animales, nubes, cielo, rocas, etc.; mi abuelo decía que todo estaba en calma, que no sentía dolor y estaba feliz de estar caminando en ese lugar.
Después había que recorrer un estrecho sendero de piedra, tan angosto como un lápiz, con insondables abismos a ambos lados y tan largo que no se le veía final: unos trataban de caminar como equilibristas en el alambre, pero a los pocos pasos caían al abismo; y otros, los menos, optaban por sentarse en el filoso sendero de piedra, una pierna a cada lado, y deslizarse penosamente, aferrados a la roca con muslos y manos.
Gracias a ello pudo llegar con vida al otro lado del precipicio, donde empezaba el Llano de los Alebrijes.
—Mira, algunos no se han muerto —dijo una de las niñas. Entre ambas levantaron al postrado Linares y le indicaron el camino a seguir.
Sin mirar atrás, el cartonero descendió a tropezones una pronunciada pendiente, entró a su casa, se tendió en la cama y cayó en un sueño tan profundo como catalepsia. El hombre no sabe cuánto tiempo permaneció así; un día se levantó, semiciego, tan débil que no podía hacer otra cosa que pasarse las horas sentado al sol, a la puerta de su casa. Parecía un anciano y su cuerpo olía a ceniza.
De repente, las rocas, nubes y animales se convirtieron en cosas extrañas, en una especie de animales, pero animales desconocidos. Él vio un burro con alas de mariposa, un gallo con cuernos de toro, un león con cabeza de águila y todos estos animales gritaban una sola palabra, la palabra era: "Alebrijes", cada animal gritaba más y más fuerte: "¡Alebrijes, Alebrijes, Alebrijes!" .
Su familia estaba muy feliz porque ellos pensaron que nunca se recuperaría.
Mi abuelo trabajó de 7 a.m. a 11 p.m. todos los días, hasta un día antes de su muerte. PEDRO LINARES LOPEZ murió el 26 de Enero de 1992 a la edad de 86 años.
En 1936, Linares tuvo ese sueño donde vio animales con extrañas figuras y colores, con alas, cuernos, colas, colmillos y demás