Era el Paraiso...
Soñaba yo que me había matriculado en 1º de Geología, en un nuevo centro universitario que había abierto sus puertas en Santa Cruz de Campezo. ( es decir, en Álava; el primer pueblo saliendo de Navarra)
Las instalaciones ocupaban una casa en el campo. Una casa, no un bloque de pisos, no : una gran casa de piedra. Yo llegaba un poquito retrasado, el segundo día, un martes.. Así que tuve que subir
a las habitaciones cuando los otros ya estaban instalados. Me tocaba en un dormitorio corrido, con doce o catorce camas más.
Iba descubriendo, paso a paso, las condiciones de esta nueva vida: Hay muchos alumnos, jóvenes en su mayoría. Enseguida me ponen al día: ayer empezaron con la primera zona de estudio, el Monte Ararat, en tierras turco-caucásicas. Un tema estupendo, pienso.
Unos profesores se han ausentado, y han dejado instrucciones: “Id respirando”, han dicho.
Y los compañeros se quejan de que no entienden bien en qué consiste tal cosa, qué han de hacer; y yo me siento contento, porque de eso, precisamente, sé un rato por mi profesión de psicoterapeuta; y aunque empiezo a explicarlo a algunos y no concito demasiada atención,
no me importa: Tengo por delante todo el curso para aprovechar mis conocimientos y, con ellos, abrirme un lugar entre todos.
Mi madre me ha acompañado este primer día. Con ella hago balance: “claro, digo, dejo a Ana y los críos en casa el lunes y me vengo aquí hasta el jueves... y encima, trabajo dando cursos algunos fines de semana... así que me voy a ver poco con ellos... pero, aquí, voy a tener vida en el campo, nuevos compañeros, vida de estudiante, relaciones por descubrir, ¡excursiones y búsqueda de piedras y antigüedades! Mira, ¡Yo me quedo! Aunque solo sea por este primer año. Aquí, ahora, me siento tan motivado, tan contento..."
...la tarde está llegando con niebla. Me pongo un cálido anorak, y me siento en las escaleras de delante de la casa, unas escaleras hechas para eso para sentarse y ver pasar el día. La niebla baja y nos rodea; huele a fogata, y la casa, iluminada, se parece a una acogedora chabola en Urbasa,
y ofrece el más apetecible de los cobijos. Un grupo de chicas, riéndose, me rodea: ¿Jugaremos este año a ---”Bombay”?, me dicen. Primero, me desconcierto, sin entender qué me están proponiendo, y enseguida me echo a reir, y les digo que sí, que jugaremos a lo que sea;
todavía no las conozco, pero ahí, en ese gesto suyo está todo lo que puede venir, todas las aventuras, las complicidades, los juegos, toda la excitación..
Eso sí, me digo “la otra carrera”, la que llevo arrastrando desde hace años y que nunca -en mis sueños- termino, esa, la dejo. Fuera culpas, fuera vergüenzas. ¡No es fácil poder con todo al mismo tiempo, el trabajo, la librería, la carrera... Aquí me quedo...
¡Esto- me decía en el sueño- es el Paraíso”.
"¿Y lo de volverte a poner a estudiar, cómo se te hacía?" -me preguntaba una amiga con quien compartí ese episodio soñado-
"Era estupendo, como todo lo demás que me sucedía", le contesté.
Y, a través de ese corto diálogo, ví un contenido de este sueño que, al principio, me había pasado inadvertido: Lo ví como un sueño de vuelta a un pasado personal mítico-feliz
Es un sueño de vuelta a la infancia.
El campo, la niebla, los amigos, los profesores, los fósiles, el anorak, los estudios... Hay en este cuadro retazos de vivencias infantiles y otras de mis años mozos, y entre todos me muestran en una situación en la que no tengo otra cosa que hacer que seguir mis impulsos. No tengo que cuidarme de mi familia, ni de mis clientes; todas mis necesidades serán atendidas por manos ajenas, que me darán de comer, me dirán qué hacer y cómo, me señalarán normas en cuyo seno me moveré con la libertad de quien todavía no ha entrado en los compromisos que lleva consigo el ser autónomo.
Había leído a menudo de soñadores que se dirigían hacia el pasado en busca de una magia perdida, (“En busca de la ciudad del sol poniente", de Lovecraft, es el ejemplo más acabado que recuerdo)- pero, que yo sepa, es la primera vez que tal cosa me ha ocurrido a mí.
Es un sueño de nostalgia, pero está lleno de alegría y de dinamismo.