jueves, diciembre 11, 2008

Escena IV, Subescena 2ª


*.- (continuación) ..usté, usté...

+.- No me permite respirar!
*.- ¡Ni falta que le hace! ¡Abusador, bebe-sin-sed, robaperas, ser insidioso, satanás!

+.- ¡Tampoco será para tanto!
*.- (¿Qué me dice este tío? ¿Que tampoco será para tanto? ¿Qué he de hacer tras escuchar tal predicado? ¿Atemperar mi butal irritación o redoblar en mi paroxismo? ...”%4/$0)?3"=&...voy a atemperar...): Levántese, ande: va usted a cesar de ser zarandeado por mí; al menos por el momento. Levántese, apóyese en el venerable tronco de olivo y escuche sin desmayo mis retahilas.

+.- ¿No tendrá un ... qué sé yo, un cafelito, un cigarrito...?
*.- No, pero si quiere un Kleenex (le acerca a ubicua caja de Klines). A ver, suénese y escuche:
“Recibí de su mano la carta que cerraba la polémica
y quedé como pocho, el ánimo abatido y taciturno.
Decía usted allí contradictorias y sesudas cosas:
de un lado me decía que tenía yo razones de gran peso
para ser como soy; y hasta me parecía
que en algunos momentos usted me comprendía y me apreciaba.
Y al mismo tiempo, simultáneamente
me venía a llamar desorganizadito, algo flojo, cobarde,
rácano, temeroso y andador de tan solo las sendas conocidas,
y de modo sutil me encasquetaba un reto:
“Bien que presenta usted enseñanza en talleres de Gestalt,
¿Porqué no escribe, en orden, las cosas que allí explica?.”
¿Voy bién?

+.- Supongo...
*.- Pues sigo:
“Al escuchar aquello, quedé cual pajarillo
enredado en la liga que el diestro pajarero
preparó. La sutil alabanza
actuó de somnífero y adormeció mi instinto
y así me tragué entero el anzuelo fatal que usted me echó enseguida
“Escribe un libro, un libro”. Igual que una ponzoña,
como tósigo frío que en la oreja se vierte llegó a mi corazón
y ennegreció mi juicio; ¡y me he pasau tres días
dando vueltas, inquieto! ... ¡Y todo por su culpa!!!!

(Pierde el autocontrol y se abalanza de nuevo sobre el inerme vecino, y allí es una riada de puñetazos, y una avalancha de arañazos, y escupitajos incontables, y aún , tapándole los orificios nasales, ensaya una rudimentaria forma de estrangulamiento. Horas después, la furia remite y de nuevo levanta al adversario, le ayuda a sentarse cabe el olivo, ofrece un Kleenex
y le obliga, cortesmente, a seguir sus razonamientos).
“Sólo una súbita revelación me sacó de aquel corsé de mediocridad. ¡Ahí estaba el punto sobre a jota!. Sígame: Yo me veía impelido a aceptar como bueno y razonable su planteamiento. ¿Por qué?
1) Porque lo formuló usted con un lenguaje cortés y persuasivo. Y ahora vea: A medida que leía su misiva me iba irritando, pero entonces viejos condicionamientos me advirtieron así: "Él, se dirige a tí cortesmente, y tú le contestas destamplado. ¿Cual comportamiento de los dos está bien y cual mal? ¿eh? Ya lo sabes: Su comportamiento es el aceptable; y el tuyo es doblemente desacertado, por gruñón y por desconsiderado con los demás". . Así que una vieja sensación de culpa se impuso sobre la espontánea pero indefensa de desagrado.
2) Porque su canto de sirena me decía que "yo enseño", que "doy cursos", y así me llamaba “sabio”; y yo no supe reconocer como ponzoñoso aquello que a mi oreja sonaba a deleitoso.
3) Porque apeló a mi “responsabilidad” como adulto, cosa a la que apenas sé contestar con un "No"
4) Porque rodeó todo ello con el almibar de la paciencia.


Con ello y todo, anduve arrastrando mis zapatos
atónito ante el hecho de que algo que podía ser una buena idea
-parir libro- me tuviese sórdido y depre, hasta que lo ví claro todo.
Y ahora, adversario derrotado, pregúnteme qué es lo que ví claro”.

+:- ya que insiste, qué vió claro
*.- ¡Con más ahinco, por favor, o me desmadro!

+.- ¡QUE QUÉ ES LO QUE USTED VIO CLARO!
*. - Ví claro que... tachán tachán... que no soy yo quien da esos cursos.

+.- ah, ¿no? .. ehhh, ¿AH; NO?
*.- No. Los da usted.

(continuará)

No hay comentarios: