domingo, agosto 16, 2009

dificil regreso


He salido a mear, he vuelto a la cama y he entrado suavemente en un sueño.
Es de noche, y mi hija Nerea y yo estamos en casa, ya vestidos de pijama. Por una razón
que he olvidado, mi coche se ha averiado, y va a ser remolcado hasta los talleres de reparación para que no obstruya la calle. Y, efectivamente, al poco rato escucho el sonido del tranvía,
me asomo al mirador del despacho y veo al tranvía en dirección hacia Atxuri, llevando
tras de sí una plataforma rodante sobre la que se podía ver el coche.

Nerea llega junto a mí. ¿”Qué miras, aita?” El coche, que va con el tranvía....” “¿Puedo verlo?
¡Ya ha pasado, no se vé, ¿Y si bajamos un momento y...”?
Inmediatamente estamos ella y yo, en pijama, en el tranvía. Desde mi casa hasta la estación
de Atxuri, que es el final de trayecto, hay una distancia de no más de 300 metros. Así que me sorprendo un poco cuando el viaje se prolonga y se prolonga, algo más de lo esperado,
y solo me tranquilizo cuando gira y vuelve a girar y arriba a la estación.

Entonces, caigo en la cuenta de toda la situación y le digo a Nerea: ¡”Vaya, tenemos que bajarnos aquí, porque se termina el trayecto, y no tengo encima dinero ni tarjeta del Transporte Público como para que podamos tomar el tranvía de vuelta. ¡Ni las llaves de casa, no llevo encima: hemos salido, hemos dejado cerrada la puerta -¡eso espero!- y, claro, en pijama, sin bolsillos...”
Me empiezo a sentir enojado, y tiendo a volcar ese enfoco sobre ella,
pero no, no me siento molesto: más bien, estoy admirado de su desparpajo y del arte con el que me ha hecho embarcarme en este jaleo... “bueno, -me digo-, Ana llega a casa a eso de las nueve y media, y para esa hora solo faltan diez minutos, así que volveremos caminando... solo que así, en pijama, por medio de la calle, llamaríamos la atención, y tal vez molestaríamos a alguien: me parece mejor que vayamos dando una vueltita, por aquí, por detrás .
¿Ves?, por detrás de la columna, vamos, por allí, y ahora bajamos estas escaleras y llegamos cerca del río, y si seguimos bajando... pero ¡cuantos gatos! Mira ese gris, ¡míralo, míralo, qué gatazo, qué bonito, ¿eh? Vamos, dame la mano, baja esas piedras, ¡agárrate bien, no te caigas! Espera, ya bajo yo””, ...y me aferro a un pedrusco, y siento que empieza a desprenderse de la ladera... “¡No, no, por aquí no, que está muy empinado! Mira, bordeamos esta roca y...
¡vaya, qué paisaje tan estupendo! ¡Menudo rincón! Toda una playa en herradura, solitaria,
con esos montes tan verdes, y tan cerquita de casa y yo sin conocerlo! Aquí tenemos que volver, ¿eh Ana? ¿Ya estás aquí? ¡Ves qué día tan bonito hace?
Bueno, volvamos a casa. Hacia atrás, no podemos volver, así que busquemos la otra salida a esta bahía. A ver, vayamos hacia arriba y hacia allí”.

Y subimos una ladera, y entramos en un puesto fronterizo, y nos indican un ventanuco por el que salí, pero no quepo por él de ninguna manera, y Nerea se ha metido en otra casa, y se ha hecho amiga de los habitantes, que son estudiantes, y que tienen a su vez otro ventanuco impracticable, que forma parte de un portón que nos ayuda a llegar hasta una inmensa plaza presidida por una academia militar, y salen los cadetes disparando sus armas, y...
todo ello tan contiguo a nuestra casa, y tan desconocido, tan inesperado, tan lejano, tan lejano...

sábado, agosto 15, 2009

GARCIA CALVO: Diálogo de Sócrates joven con Zenón de Elea.


ZENÓN:
Sí, así es como corren los corredores de este mundo, en el sueño de un despegue
de la necesidad, imposible y que su propia razón les niega.


SÓCRATES:
Pues así, Zenón, y no de otro modo te decía que tiene también todo esto que haber empezado a su manera, como mentira y sueño de la razón. O ¿no empiezan también los sueños? Es verdad que, cuando, ya despierto, lo recuerdas, es porque ha terminado y se ha cortado
con el despertarte; pero, a partir de ahí, no puedes menos de ir buscando a ver
qué había pasado antes y, en fin, cuál era el arranque y el origen de aquel sueño.




ZENÓN:
Y, ¿si a lo mejor, niño, en el sueño no había antes ni después ninguno, y toda esa duración y la necesidad de su comienzo la pone el pensamiento y cálculo del despierto, que trata de dar razón de lo que quizá no la tenía?




SÓCRATES:
Pues sea así como lo sospechas, benigno desvelador; pero el caso es que el sueño se ha soñado durante el tiempo que estaba el soñador durmiendo, y, por tanto, no puede él menos, ya despierto, de imaginarle su duración y su comienzo;
y a eso es justamenten a lo que yo iba a propósito de esto todo, a lo que razonablemente te niegas a llamar mundo ni tampoco nada:

que, siendo imposible que haya empezado nunca (porque ¿por qué no antes o no después?, y ¿quién iba a darle la señal para que arrancase en su carrera?),
sin embargo,
como esta ensoñación de los despiertos en la que andamos consiste,
justamente,
en la ordenación y cálculo del tiempo,
no puede menos de soñar con el comienzo de su sueño.