* “Una vez, dirigí un grupo de trabajo con sueños” empezó él, “ en el que tuve ocasión de prestar atención a dos sueños. Esta mañana, estimulado por un detalle de otro soñador y otro sueño, inesperadamente, aquellos dos trabajos se me han aparecido y me han hecho un guiño”
“Y por lo que voy viendo, me los vas a contar. Los tres. Uno detrás de otro. ¿no?”
“Por supuesto”, contestó sonriendo. “Íntegros, verdaderos y , lo que es más importante: con incontables notas a pié de página”
“Adelante pues”, se resignó ella
Se encontraban bajo un escarpe de las rocas, aprovechando el sereno frescor de la caída de la tarde. Ante ellos se exponía el valle entero: al fondo, las raídas cumbres de Santiago de Loquiz; a la derecha, las laderas de matorral de las Peñas de Echávarri, flanqueando el descenso tumultuoso del río Urederra. Como solían, estaban desnudos, con sendas botellas de Fanta y una escopetilla de aire comprimido que nunca dejaban de llevar consigo, aunque solo fuese para utilizarla como incómodo bastón y “para matar las víboras”, como decía él: sin ese requisito, la desnudez de ella hubiese sido inviable. La “áurea picuda” piaba su canto indescifrable, y un solitario esófago culminaba su jornada con aromas a Mark Twain.
El detalle de hoy continuaba un sueño que escuché en la pasada reunión con el grupo, hace dos semanas. “He vuelto a soñar: esta vez era yo quien saltaba al agua. ¿Recuerdas? Primero saltó el amigo, después intentó saltar el otro . Pues ayer, salté yo. Y fue delicioso, entre peces, en el aire, en el agua, en cada elemento igual de a gusto, lo que me recuerda a mí dentro de una sábana estampada y…
¿Y entonces te han venido aquellos otros sueños?
Entonces precisamente. El primero era una situación llena de violencia, de violencia y encuentros, y ferocidad, con instintos desbocados. El segundo, parecía ser uno de esos sueños-tipo en los que algo persigue al soñador incesantemente, por años, y este evita por los pelos, empleando en ello todas sus fuerzas, que la cosa le dé alcance.
Algo especial tendrán para que me los cuentes con tanto circunloquio…
Ambos desembocaban, al ser abordados, en emociones rebosantes de ternura
¿Polaridades? Preguntó ella mientras atraía hacia sí la camisa y comenzaba a cubrirse con ella: empezaba a refrescar-.
Pues sí, aunque la verdad es que no me apetece llamarlo así –contestó mientras le miraba cubrirse con tanto deleite como desencanto-. A ver: ¿Cómo llamar a algo que es la representación de lo opuesto a lo que uno tiene?
Inversión, respondió lánguidamente.
Inversión: Bueno, bueno… inversión… ¿así que ESTO es una INVERSION? ¿Represento horrores para decir que amo tiernamente a mi socia? ¿Sueño con monstruos para querer decir que deseo abrazar a alguien? ¿A esto se referían los clásicos cuando hablaban de Inversión? ¿¿¿He vuelto a descubrir la pólvora... por centésimosexta vez???
¿Qué pasa, amor? ¿Te ha molestado que te responda INVERSION?
El frescor le alcanzó también a él y ambos se fueron vistiendo para abrigarse del airecillo que bajaba de la sierra. Daba pereza moverse de allí, pero también apetecía. El ruido de las hojas ayudó a disipar el estado de ensueño en el que, siempre, siempre que subían hasta allí, terminaban por caer…