jueves, junio 05, 2008

En el cuartito de revelado.

Comparo ahora el tapiz en el que se tejen las figuras de los sueños
con película fotosensible, y de máxima sensibilidad.
Las películas fotosensibles, cubiertas por sales de plata,
que, expuestas a los haces de luz que proceden de las cosas,
reaccionan guardando imágenes. Si se exponen en exceso
(¿os acordais?), se dice que se "velan". Así se revelaban las fotografías.
Pues bien: algo extremadamente sensible soporta las imágenes oníricas.
un película, inmaterial, que nace simultáneamente al hecho de ser necesitada
y se desvanece "sin cenizas" tras rendir su servicio.
Me contaban: "Soñé que un toro me embestía y me hincaba su asta en el costado.
"
y "También a mí me empitonaba, y sentí el dolor, incluso ya despierto".
y "a mí me disparaban, y ¡yo no sé qué se sienta cuando a una le disparan!,
pero me siguió doliendo durante horas".
Este fenómeno se conoce desde siempre, ese que consiste en
que, algo orgánico que siento (un dolor en el costado, por ejemplo),
se viste simultáneamente con una imagen. Los dolores producen visiones
de causas de esos dolores; y lo mismo los placeres:
cuando la dulzura erótica se derrama por mi sangre, me veo en brazos cómplices,
en la mejor de las compañías, aunque estoy solo en la cama.
Esa celeridad, esa capacidad de improvisar: a eso me refiero cuando hablo
de lo sensible que es la película de lo soñado.
También a la velocidad a la que aceptan estímulos nuevos:
ayer escuchaste de pasada, en el mercado, la palabra Medina
y tu sueño de esta noche transcure todo él en un castillo moro.

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