miércoles, noviembre 30, 2011



Paul reflexiona en su comentario acerca de si lo que le sucediera a Caedmón fué lo que se suele llamar la inspiración.
Desde luego, sí que parece serlo: la llegada del espíritu a la mente de un hombre común. Así les sucedía a los llamados en el antiguo Testamento "profetas".

"Don de la ebriedad", llamó a esa enajenación Claudio Rodriguez; y contó en este famoso poema suyo cómo era que le llegaba a él la poesía, "la claridad".

¡Oh, claridad sedienta de una forma!

Tenía 17 años, y lo escribió "andando por el campo"





Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

Claudio Rodríguez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los Dones
Las Donas
de lo Alto
Ding dong
Sea!