Meses atrás, me contaron que se encontraran con un Tesoro.
Ya se sabe cómo es que son los tesoros.
Los tesoros yacen y son por tiempo largo inaccesibles.
No es raro que dispongan de un guardián,
y si el tesoro está en Galicia el guardián suele ser un moro.
Y el moro está bien entretenido
con su labor encomendada y todo el tiempo para sí,
sin pasiones ni prisas,
mirando enflorecerlos manzanos de la tierra de Miranda, por ejemplo.
Y el tesoro deriva con el mundo, y no es raro que se enmohezca
con la noble podredumbre de los años.
Lo sabemos por él, por don Álvaro Cunqueiro .
En fin, o bien el moro estaba despistado
O bien no había moro, y hubo quien supo mirar y lo encontró.
Se componía de unas gafas –las gafas suyas- y una cuartilla, que era así:
Tenía los bordes como quemados. Estaba toda ella escrita
apaisadamente, en idioma gallego.
Los insectos xilófagos habían devorado muchas letras
dejando dibujadas las ramificaciones de sus galerías.
Leídos los fragmentos aún legibles aparecía un sueño como un cuento.
Era el último inédito. El último de entre sus escritos
en alejarse de él. Jamás don Álvaro se quiso deshacer
de aquel relato que escribiera de mozo.
Desde entonces he venido sabiendo que sus actuales detentadores tratan el tesoro
con el debido mimo. De ninguna manera lo vocean ni impúdicamente lo exhiben.
Pocos afortunados, como yo mismo, lo han visto; y, aún esos, en copia fotostática.
(Y nos damos por contentos: pocas gentes han visto en esta vida
el retrato mismo de un tesoro…).
Pero hay tesoros que, en su natura, son dinámicos actos
(Namkaï Norbu nos cuenta en un docto lugar de su volumen
El cómo halló un Tesoro que es una danza sin música:
Terma, se llaman estos tesoros en el País de las Nieves.),
Y éste es tesoro para ser dicho y leído, por ser el relato de un sueño;
Así que sopesaron el difundir lo que allí se narraba,
en su gallegoy también en la lengua de Castilla. Leí yo el texto,
pero mi gallego solo alcanza lo puramente tentativo.
Mi amiga P*l*r P*z, cuyo nombre camuflo
por extremar las muestras de respeto, lo ha ido traduciendo,
paso a paso y en medio de una nube de consultas
(y me dice que hay palabras que no son, que no hay de ellas traza en la Historia, que se le brotaran a Cunqueiro; que el mundo del lenguaje tiene, a veces, estas cosas…
Muchas gracias, Pilar).
Y después, habiendo alcanzado acuerdos con otros sabios
en mesa presidida por don Qu*c* C*d*v*l (O Carreirán, mismamente)
me atreví a pedir permiso para editarlo en mi Blog.
Y esto generó una nueva
polémica que versaba sobre si,
este Blog sería para el tesoro posada adecuada, que un tesoro es temperamental,
tiene derechos antiguos y rematadamente preferentes
y no es cuestión, en absoluto, de tratarlo como a cosa cualquiera
(de hecho, si no se sienten en su casa, se desvanecen del nuevo alojamiento
Y se vuelven al moro y a los mohos).
Han sido intensos meses de debates, y, habiéndose echado mano
de cuantos recursos ponen a nuestra disposición
los más refinados artefactos de la escolástica,
Salió que sí. Y aquí lo tienen. Tan vivo y tan sí mismo. Varado en estas páginas.
Ójala que le gusten.
Si no es así, me temo que reventará mi disco duro
y, ya desatascado, vuelva el Tesoro a buscar aquellas gafas
y se vayan del brazo, rumbo al asombro y la sonrisa.