miércoles, mayo 26, 2010

adivinacion, suposicion, creencia 3

Llegó el momento en el que la adivinación se generalizó tanto y alcanzó tal desarrollo que usurpó el lugar de la Profecía.

El caso es que la profecía se impone, bien por su propio poder, bien por la autoridad de la que emana. Pues bien: uno -u otro- puede -en cualquier momento- estar tentado de revestirse de tal poder que sus conjeturas cuelen como profecías.


El sueño artúrico de las dos damas y su interpretación como "la Ley Antigua y la Nueva Ley cristiana" es un ejemplo de esto. Al autor anónimo no le bastó con dejar por escrito sus ideas al respecto: Para dotar a esas ideas de un valor indiscutible, utilizó recursos, cómo lo diría, ¿retóricos? El primero fué el hacer que sus ideas se presentasen en escena bajo la especie de un sueño; el segundo, el que un varón santo sea quien vierte la interpretación que contiene el dogma.

El lector -digo "este lector", e imagino que lo mismo, cuando menos, sucedería con los lectores de su tiempo, de los siglos XIII al XV- aprende que su héroe, el protagonista de la busca del Grial, la más santa de las demandas, tuvo cierta noche, en medio de una fuerte aventura, en una isla desierta, un sueño, y que lo recordó con todo detalle. Y poco después, recibió ayuda de un eremita, que le explicó el sentido del sueño.


A mi esto me hace pensar todo el tiempo en la tradición de sueños que viene -precisamente- del Antiguo Testamento; de los sueños que Moisés interpretó para el Faraón, y de los sueños que Daniel interpretó para su monarca babilonio. Son relatos que, por estar en donde están -nada menos que en la mismísima Biblia-, adquieren una fuerza inmensa; y además, para agregar más fuerza probatoria a los relatos, se nos dice que cuando llegó el momento, las interpretaciones -de las vacas flacas, de la estatua con los pies de barro- se cumplieron al pie de la letra, lo que confirmó su carácter de Profecía.

Un autor se vale del respeto que producían en sus lectores las interpretaciones de sueños para hilvanar un pobre sueño, añadir una escuálida interpretación y por fin inculcar sus ideas -ortodoxísimas, por lo demás-. Triste caso literario, querido consuegro...

No hay comentarios: